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y no porque verdaderamente suceda en ese día, más bien porque nos damos cuenta, o algo hace que notemos lo que hasta ahora era una sospecha o una idea que se escondía en el limbo de nuestro frágil sistema de pensamientos sin llegar a la categoría de convicción. es pues que notamos con una claridad inusitada cuestiones tan dispares como que votaríamos con fervor una ley que despenalizara el aborto y, no sólo eso, pagaríamos por una gestación humanamente interrumpida (y no se trata de un eufemismo, cuando era joven pensaba: si cojiste bancate las consecuencias, como si la única forma de enfrentarlas fuese teniendo los críos, como si un aborto resultara algo fácil o no implicara "bancarse" las consecuencias. ¿podemos decidir la crueldad de traer a alguien al mundo y no podemos decidir no hacerlo --o sólo se admiten una o dos maneras de no hacerlo--?); prohibiría que las mujeres se sometieran a las cirujías "estéticas" y he aquí un eufemismo: ¿por qué recurrir al cuchillo en pos de un ideal de belleza impuesto y ridículo cuando cada mujer guarda (y descubre o insinúa ante quien ella elige) el secreto de su propia belleza y no necesariamente lo guarda en el talle del corpiño?; el matrimonio --un matrimonio como el mío al menos-- entonces, "mi" matrimonio, es un refugio, una fortaleza, es haber entendido el amor (el amor, sí, no sólo se siente, se entiende, con la cabeza, el cuerpo y con el corazón); los problemas existenciales no importan, vivimos y morimos y nada más sencillo que eso (aunque toda la parafernalia escrita por mí hasta llegar a esta frase se empeñe en desmentirlo); me gusta el dulce de leche: de eso siempre estuve convencida.
alfajores en una cajita y dos noches (cuántas) sin poder dormir. hermanas que quedan emabarazadas. hermanas que quedan embarazadas. hermanas que quedan embarazadas. mujeres haciendo la comida para una multidud de niños depués de un: quédense a cenar (hoy soy feliz), vamos que no nos vemos nunca. por favor.
manos verdes. hace unos años había leído un cuento de un niño que tenía en los dedos la magia de hacer crecer flores, se llamaba "tistou les pouces verts" o algo así.
un precioso artículo sobre el ritual del té me mueve, un poco, del limbo de apatía en el que ando perdida. lo escribe un señor matías serra bradford, de quien no había escuchado hablar antes (es bueno tarde y no nunca). me alegro de haber dejado que mi atención leyera. el tal escritor produjo, mediante su propia hilación de recuerdos e imágenes, el deseo --por efímero que resulte, deseo al fin-- de emprender un recorrido personal... son tan azarozos y varios los destellos de la memoria que no puedo más que agradecer a esos que, sin saberlo ni quererlo, encuentran el exacto punto en que nuestra sensibilidad se enciende.
a dónde nos puede llevar una excursión por la noche tanguera, nunca se sabe. la visita a un lugar nuevo (para mí) resultó de lo más decepcionante, no porque yo albergara altas expectativas respecto de "el beso" --tal es el sugestivo nombre del boliche en cuestión-- sino porque ando como de capa caída y con pocas ganas. de modo que anoche regresé temprano a casa luego de concluir (sin pensar demasiado y más bien a causa de un profundo sentimiento de fastidio) que los benditos códigos de la milonga por momentos resultan más insoportables que los protocolos/rituales de versalles en las épocas de luis xvi. por ejemplo: en la mesa que mi prima había reservado había cuatro sillas. elegí, al azar o porque me quedaba cerca, la de la derecha. ERROR. esa silla es de, suponte, eufrasia. ¿la compró? no. la susodicha eufrasia siempre se sienta, no sólo en la misma mesa sino que en el mismo lado de la mesa. ergo, cambié de lugar y quedé rodeada de unas cuantas mujeres (ubicadas en las mesas colindantes) profusas en adornos, peinados y cacareos. en conjunto daban ¿dábamos? la impresión de loros y papagayos encerrados en una infernal pajarera.
la puerta de o'higgings está cerrada como tumba de faraón egipcio. anda en plan de cónclaves por la próxima sucesión pontificia que habremos próximamente. supongo que se asume como firme candidato al trono y es por tales razones que en estos días se muestra misterioso y al tiempo simpático con ese modo un poco forzado de los políticos en campaña...
mi relación con o'higgins --y aquí no sé si usar la palabra "relación" no será demasiado-- se va marchitando como los jazmines que al calor del verano mueren. tampoco la palabra jazmín es adecuada. más bien debería poner "cardo pinchudo y sin flor". tal es la situación que he confeccionado una pequeña lista de los temas que con él debo tratar y he llegado a pensar si no sería bueno hacer un cartel sandwich donde conste mi petitorio, investirme con el dicho cartel y pararme delante de o'higgins cual pancarta callejera a ver si, por una vez, presta atención a mis demandas. o'higgins, como buen general, sólo me recuerda cuando debe gritarme y darme órdenes pero nunca cuando la ocasión exige una apología de mi persona (ej, pelear por un aumento de sueldo).
el viento atenta contra el fuego pequeño de fósforos y velas temblorosas y hay que correr del jardín a la casa para poder cumplir con el ritual de cantar el feliz cumpleaños. son los niños quienes más se preocupan por su realización y todos ayudan a apagar el incendio de hormiguero que finalmente se propaga sobre la torta --acaso para ser los primeros en comer una porción--. alguien, cámara en mano, detiene la flecha en el instante y así destruye el tiempo: queda la imagen de dos besándose, de niños pellizcando el biscochuelo, de un abrazo, del fuego en el momento de su extinción.
lobo antunes (buenas tardes..., yo he de amar una piedra)
detesto mi manera reactiva --¡¡boom!!-- y el posible objeto de burla en que me convierte esta antigua propensión al enojo. pero mejoro: hace un tiempo, hubiera escrito un descargo pletórico de insultos. hoy nada más siento el calor subiendo por mi espalda y unas increíbles y malamente contenidas ganas de llorar.
Etiquetas: soneto, stanley spencer
es curioso --y puede sonar tonto-- pero la continuidad de la lectura de borges comienza a generarme la sensación de estar leyendo un solo e interminable poema.
Toda la casa se llena de olor a tormenta y de infantil miedo a los truenos. En tales circunstancias, naturalmente, los niños no acceden a la imposición del sueño --que por lo demás, no puede ser impuesto por muchas directivas que una madre vociferante pueda dirigir a sus hijos--. De manera que la velada transcurre entre ires y venires de pies descalzos y otra vez sucios y otra vez lavados y besados y así en interminable sucesión. La llegada del padre no alcanza para atenuar el oportunismo rebelde de los pequeños insomnes que siguen reclamando agua, compañía, pis, cariñitos, mimos, etc. Todo muy tierno sí, pero a-ver-cuándo-se-dejan-de-joder-y-se-van-a-dormir. Estas y otras cuestiones demoran la hora de sentarme a releer viejos textos olvidados y descubrir... ¿mi pasado esfuerzo?
juré por dios por la patria y los santos evangelios que no comería el alfajor de chocolate, souvenir de la vacación de alguno que furtivamente manotée o manoteé ¿eh? esta mañana. juré y violé mi juramento. (soy mujer: de la dorada fruta siempre he de tomar una porción, ese es mi predicado. recuerdo a mamá regalándome aquella muñeca de pelo de lana y manzanita roja en la mano, sin decir nada y diciéndolo todo con su gesto). esto es hoy.