martes, enero 29, 2008

un día

y no porque verdaderamente suceda en ese día, más bien porque nos damos cuenta, o algo hace que notemos lo que hasta ahora era una sospecha o una idea que se escondía en el limbo de nuestro frágil sistema de pensamientos sin llegar a la categoría de convicción. es pues que notamos con una claridad inusitada cuestiones tan dispares como que votaríamos con fervor una ley que despenalizara el aborto y, no sólo eso, pagaríamos por una gestación humanamente interrumpida (y no se trata de un eufemismo, cuando era joven pensaba: si cojiste bancate las consecuencias, como si la única forma de enfrentarlas fuese teniendo los críos, como si un aborto resultara algo fácil o no implicara "bancarse" las consecuencias. ¿podemos decidir la crueldad de traer a alguien al mundo y no podemos decidir no hacerlo --o sólo se admiten una o dos maneras de no hacerlo--?); prohibiría que las mujeres se sometieran a las cirujías "estéticas" y he aquí un eufemismo: ¿por qué recurrir al cuchillo en pos de un ideal de belleza impuesto y ridículo cuando cada mujer guarda (y descubre o insinúa ante quien ella elige) el secreto de su propia belleza y no necesariamente lo guarda en el talle del corpiño?; el matrimonio --un matrimonio como el mío al menos-- entonces, "mi" matrimonio, es un refugio, una fortaleza, es haber entendido el amor (el amor, sí, no sólo se siente, se entiende, con la cabeza, el cuerpo y con el corazón); los problemas existenciales no importan, vivimos y morimos y nada más sencillo que eso (aunque toda la parafernalia escrita por mí hasta llegar a esta frase se empeñe en desmentirlo); me gusta el dulce de leche: de eso siempre estuve convencida.

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