martes, marzo 22, 2005

ezequiel pequeño carnaval, sueño dorado, jinete de mi voluntad
lucas mi ángel enfurruñador, gritón y pendenciero
mis varones, mis guardianes dulces, mis desatavendavales, mi cansancio
míos y no, la vida que se me desprende cada día más un poco
míos y no, ellos que son mis coronados reyes absolutos
lucas y ezequiel, gritos y risas, quitasueños, llanto
míos los dos, estrellas blancas que me van dejando

Hay en el libro de Ramón, en su Automoribundia, hay esa magia de la infancia sucedida, de ese lugar donde creemos fuimos felices porque, como diría Ajmátova, cuando se es niño no se tiene noción de lo que es ser feliz, no ese trata de una búsqueda ni de una preocupación que nos ataña, se es o no se es aunque no todavía no se haya despertado la conciencia de eso.

Miro y remiro de reojo y de frente las posibilidades, como si solamente con conocerlas se facilitara cualquier decisión. Y la decisión no viene.

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lunes, marzo 21, 2005

hoy, o el fin de semana, no sé, murió una persona. no una persona por la que sintiera un cariño en particular. no alguien que quiero, o que quisiera. alguien. lo importante es que ya no está. ya no es y ni siquiera eso interesa. interesa que me dan ganas de llorar y está prohibido. porque uno debería comportarse como si se tratase de un escritorio que se llevaron, que ya no sirve. uno seguir trabajando en lo suyo y decir "así es la vida". y así es. pero llorarla nunca.


otra vez tengo ganas de fumar. otra vez. y de que la felicidad me dure. esa de cantar una canción con los pulmones a punto de explotar, de cantarla una y otra vez con mi hijo entre mis brazos, apretado fuerte contra mí mientras sea pequeño. mientras pueda. esa de encontrar un lugar nuevo y verde, besar la boca helada de una estatua, esa de ser la lluvia que me moja.
esa felicidad de caminar y detenerse para sentir la sangre que no para, la sangre en movimiento dentro, bien adentro. y la que cae tibia entre mis piernas gota a gota, la del ciclo, la del reloj sin manos.


murió y todos dicen qué barbaridad, qué horror, y todos siguen. yo sigo, también. sigo latiendo.

sábado, marzo 19, 2005

en menos de diez minutos

digo todo lo que tengo que decir a modo de parodia de diario íntimo. me levanté ppreparé un biberón,luego compré las medialunas ( es medias-lunas) luego desayuné luego escribí de jacinto y sus ideas luego preparé el almuerzo para grandes y pequeñines, luego lo serví, luego lavé platos y barrí pisos, luego me fui a ver una exposición de fotografías en un conocido centro cultural de esta capital.

realicé una contravención (espero que la ortografía no esté como el orto, es decir, que sea la correcta) compré un atado de cigarrillos y rompí un juramento/promesa/voto que espero no resurja en la forma de una pesadilla en la que un cancer me ataca los pulmones por haber infringido una ley.

fumé uno. más tarde otro.

compré sugus confitados.

ahora estoy pelotudamente tipeando esto y en breves instantes ya no lo estaré, tal como ocurrió con todas las personas que fueron fotografiadas por el ojo fisgón del tal cartier. primero eres carne, huesos, sangre, glándulas, marfiles y secreciones.

luego, no eres nada. pero si tienes suerte, eres una fotografía en una exposición.

me voy a fumar mi tercer faso.

adieu.

viernes, marzo 18, 2005

Y bajo las escaleras abajo

Uno,

Tengo exactamente cuarenta y nueve minutos antes de las trece, hora en la que habitualemente salgo a la calle con el fin de conseguir un sándwich y/o/u similar para llevarme al estómago previo paso por la boca, sí, mi boca, la misma que viste y calza, la misma que chupa, mastica y tralalea, la misma que dice estupideces, que ahora, por suerte, está cerrada; decía, tengo ahora cuarenta y ocho minutos antes de las trece (que ya son cuarenta y siete) y estoy aprovechándolos, utilizándolos para escribir un rato acerca de “cualquier cosa” ya que:

a) la historia del diccionarista está perdiéndoseme en la cueva de mi insatisfacción general
b) no se me ocurre “otra cosa” y por eso escribo “cualquier cosa”

Dos,

Pasé en menos de cuarenta y ocho horas de las “Women in love” a “Fuegos” luego a “Automoribundia” y creo que ahí me quedo, más que nada por el título porque hasta el momento leí muy poco y si bien Ramón ha sido mi compañero en ese trance (por lo que le estaré eternamente agradecida) no sé si podrá conmigo en este trance. Automoribundia merece toda mi admiración, aunque más no sea porque el autor haya sido capaz de acuñar una palabra tan extremadamente bella. Ya tengo un subrayado:

“Esta desparejidad de lo que se siente con lo que se dice no tiene explicación”

dice Ramón y yo creo que sí la tiene y es que el lenguaje, por maravilloso y rijoso y lujoso que se pretenda, es limitado, restringido, insuficiente sin remedio además de que también lo son las habilidades del común de las personas --y de las personas no tan comunes-- para hacer uso del mismo en los momentos de alta tensión.

Tres,

Creo, sí, o estoy firmemente convencida de que lo único que podría en este momento mejorar las cosas (mejorarme) sería la completa y absoluta involucración en algún tipo de actividad que implicara un esfuerzo intelectual mayor (cualquier cosa cumpliría con el requisito) al que hago (hago es aquí una mera forma de decir) diariamente. Como una condición necesaria para el mejoramiento es, sin duda, la purga de las componentes emocionales que me rompen soberanamente las pelotas (y terminan por resquebrajar las pelotas de cuanto ser humano se me cruce en el camino) la actividad de referencia no puede de ninguna manera estar ligada a la tarea de la escritura de lo que venía escribiendo. He aquí el dilema --dilema implica, como diría I, wrong doing in whatever alternative you take--. Si escribo, me involucro. Si dejo de hacerlo, me siento mal.

Cuatro,

Busquemos otra salida: si hay puerta de atrás por qué no usarla. Por qué no escapar haciendo gala de toda cobardía. Vos preservate, aconsejaría M desde detrás de su escritorio, lejana, incontestable, difusa.

Cinco,

Hay otras cosas, también. La maternidad de la que parezco no hacerme cargo como corresponde. (Insertar leve temblor de pera, ganas de llorar). Si se está crispado no se puede seguir adelante: hay que garantizar el funcionamiento de la persona por lo menos a nivel operativo y de ahí en adelante (adelante, adelante, el estilo se me despatarra, nunca hubo ninguno) se ve. Cualquier otra función que se ejecute --o se intente ejecutar-- es poco menos que un lujo.

Seis,

Onstyle. Algunos lo eligen deliberadamente. Yo no puedo mantener ni media oración por lo que termino inventándome maneras de decir diferentes. Así, de última (o en última instancia, queda mejor) no era yo la que hablaba, sino la voz, el parlamento, el personaje, la OBRA.

Siete,

Pasa caminando una de esas ladies, alta, delgada, linda.

Ocho,

Sí, yo tengo de todo. De todo tengo, vean. En términos de lo que la mayoría de las mujeres de mi edad tienen, es verdad. Tengo laburo, hijos, marido, lomo y milanesa, una biblioteca, leo, escribo, hago que escribo, puedo decir soy tonta y que se note la ironía, puedo decir soy fea nadie me quiere y todavía habrá alguno que esté dispuesto a venir a convencerme de lo contrario. Y con eso qué.

Nueve,

Ya son menos los minutos.

Diez,

Eso, yo quería escribir algo bonito, sentirme poderosa, decir yo puedo, sí. Yo puedo. Algo, por ejemplo, acerca del pasaje blanco que une Rivadavia con Avenida de Mayo, acerca de ese túnel en el que me inmiscuyo por las mañanas para sentir que estoy fuera del contador, que estoy excenta.

Entonces, al llegar a la madera tras la que se oculta el portero, decir “hola” con mi mejor sonrisa y creerme tan inimputable como el pasadizo, caminar altiva, caminar para después sentir el cosquilleo del final, la angustia de la puerta que se acerca, porque yo ya no me muevo: es la puerta la que viene a devorarme y a escupirme fuera una vez más, a la calle.

La calle, el edificio, la escalera.

Y subo las escaleras arriba.

Ahora quedan solo quince minutos.

martes, marzo 15, 2005

es asombrosa mi manera de autoengañarme. a veces.
o por lo menos, de confundirme. o autoconfundirme.

uba menos veintinuno

No, eso se perdió, si Ud. no presentó –efectivamente, no presenté—los certificados en su momento eso desaparece. Puf. Se desmaterializa. Boom. No está. Entonces me da bronca. Rabia. Enojo creciente. Puta burocracia, puta maquinaria, mienten, eso no es universidad para todos. A mí, je je: la paradoja, me excluyen sin ser yo un miembro excluido de la sociedad. Si yo quiero ir hoy tengo que dar, otra vez, las materias del CBC. Claro, boludita, ¿como no pediste los certificados?
Otra ridiculez: Economía, para letras hay que dar economía (y como era más fácil apoyar el culo y garabatear el examen que pedir que me reconocieran las materias, fui, me senté y escribí todas las gansadas que me pidieron que escribiera).

Ah, pero yo tengo un master degree in economics por la universidad del CEMA, sí señores. DEL CEMA, el nido de la ortodoxia, la pensión de las ratitas que se escaparon del frío de Chicago y volvieron corriendo a Buenos Aires, tengo el degree bien enroscado para metérmelo en el orto en cualquier momento --ah, y sé que esto es pura reacción, toda experiencia vale, toda experiencia modifica--. Yo estuve en las antípodas de donde quiero estar. Y cuando digo: hoy debería hablar correctamente Inglés, Francés & Portugués, tener mi título de F&L y trabajar por dos pesos y feliz --seguramente algo me faltaría, seguramente eso que siempre nos falta; y la guita, porque ojo, ahora tengo guita, no como cuando quise comprarme un violoncello y no pude--, la vida me contesta: sí, sí, todo muy lindo, pero hoy no tendrías los hijos que tenés. Y eso es verdad.

Claro que si metiera mis narices en la UBA tal vez me discriminarían por burguesa, por economista y por alguna otra pavada. Y entre los economistas no corto ni pincho porque mi capital humano, mi degree, está depreciado y no pienso hacer ninguna inversión de mantenimiento.

lunes, marzo 14, 2005

yo te quiero contar

encariñadoramente
a punto estuve
de fumarme un colectivo
de tomarme un faso
y de llegar
a tiempo
nunca más.

el poder de las etiquetas

El libro, la historia, Ursula Brangwen, no termina nunca. La historia. Comienza. No termina nunca.

Y siempre querer más.

Mirar de reojo el listado, los libros, los temas, no terminan nunca. Quiero. Llego tarde, un café. Llego tarde, a la literatura, a los libros. ¿Cómo pude equivocarme tanto? Ahora molesta. Un poco. Pero claro, no sabías. Claro a esa edad uno no sabe. Debussy. Una página, o dos, siempre las mismas, las otras se perdieron, del arcón, de la memoria mía, solamente quedan rastros en los dedos. Al trabajo, llego tarde también, porque quiero. No quiero estarme antes donde ya están todos. Laburando, porque ellos sí, laburan y les interesa. Son adultos. ¿Vos? Yo también soy una adulta, una mujer madura, una señora. Ja!.

Qué infantil manera de portarse, llegar tarde, a propósito, quedarse en la esquina, observarlo, a Julio, inclinada la cabeza, los ojos enormes, un faso a mitad de camino, detenido. Leer, el libro, la historia, Ursula Brangwen, no termina nunca. Pensar en el próximo. Tomar el café, banco alto, mitáymitá cortado, diez minutos más, son veinte, treinta tarde. El ascensor. Buenaaaaas.

La historia que recién comienza. Pensarla. Pensarla. Pensarla.

Definir por qué hay algo que resulta extraño en las declaraciones, hace tiempo me pregunto qué es. Qué hay en esta continuo discurrir de yoes que se manifiestan y que dicen qué asco esto, qué bueno aquello, qué yo y yo yo y más yo pienso que, creo que, estoy convencido de. Ya sé, un cierto fundamentalismo, una creencia irracional, ese desprecio por lo diferente. Diferente. Diferente. Ese pararse en un lugar para decir. Para calificar. Para categorizar. A las señoras gordas, a los negritos de mierda, a los burgueses asquerosos, a los zurditos batalladores, a los gorilas, a los homosexuales, a las trolas, a la cajetilla endomingada, a la prosti. Los que viven en Barrio Norte, Recoleta & Belgrano son unos Gorilas Hijos de Puta. Los que viajan en el sarmiento son unos Negros de Mierda. Los católicos son Hipócritas e Imbéciles. Los ateos son Herejes, Insensibles. Los judíos son Miserables. Los alemanes son Nazis. Los Marxistas son Tirabombas. Las rubias son Idiotas. Y es lo mismo, esa pretensión de ver un poco más allá negada constantemente en la reafirmación de lo que se pretende ser. Lo mismo.

A la menos uno.

sábado, marzo 12, 2005

mamá, esperá un poco, no te me mueras así juntas escribimos la historia de la abuela natividad, tu abuela, la que andaba descalza en la nieve, la que se fue de catamarca a la rioja en burro, con su hermano, para tener un futuro mejor. mamá esperá así por una vez tomo los apuntes en algún papel, cuaderno, blog, o lo que fuera, así también anoto la historia del abuelo, de firenze, de los socialistas.

mamá quiero contarte lo que tengo, uno de mis secretos y no puedo, me da miedo que a vos te de miedo, que no te puedas ir tranquila (porque así de contradictorias son las cosas, al fin, yo quiero también que te vayas tranquila) pensando que tu hija no es feliz o que le cuesta o que no se da cuenta.

mamá hoy soñaste a mi hijo y te lo llevé y hubiera querido quedarme más rato, dormidos los tres en tu cama hasta que toc toc la puerta y basta: hay que.

entonces:

natividad vargas nació en catamarca, hija natural de un hombre importante cuyo nombre nunca quiso confesar, hija natural entre siete hermanos todos de la misma simiente.

de grande se bañaba con agua fría porque, querida, te parece que puede molestarme después de haber caminado descalza en la nieve?

te decía que no te enamoraras nunca, porque si lo hacías, ibas a estar acabada.

en san juan hacía sombreros y se los vendía a las señoras ricas. así junto su plata y se vino a buenos aires.

después se casó con un paz camargo y nació la abuela ana.

después, mamá, naciste vos.

y acá estoy yo.

miércoles, marzo 09, 2005

Her childish anguish seemed so utter and so timeless, as if it were a thing of all the ages.

DH Lawrence "The Rainbow"



A veces lloramos (lloro) de cansancio puro y simple. No hay nada excepcionalmente grave, nada terrible que no pueda ser resuelto. Lo que hay es la acumulación desordenada de experiencias, un alud de estímulos del exterior que por aquí y por allí, presionan, sí, sólo un poquito más, otro ratito, dale, dale que aguantás, si claro que hay cosas peores, claro, la indigencia, el otro que está enfermo, esa pesadilla que no es cierta (me cuenta que está embarazada, reacciono con violencia, una violencia casi criminal, vos no podés). Pero la relación de cada uno con el universo es única y secreta --para algunos es un diccionario--. El cuerpo, por su parte se silencia y grita, se silencia y grita.

Mamá leeme cuentos, mamá quiero poesías, mamá no quiero dormir solo, mamá me siento mal, mamá quiero que me acompañes, mamá no quiero que te vayas.

Una mujer sostiene un laúd en sus manos mientras otra, de pie tras la primera, le alcanza una carta. Una carta de amor.

Vimos esa y otras pinturas en el museo del Prado, hace un par de años, entre cientos de personas que también empujaban impacientes por espiar esas imágenes de Vermeer. Esa muchacha toca el virginal, a la otra la cortejan, la de más allá recibe cartas, esta las escribe. Todo sobre los dameros infinitos de los pisos, detenidas ellas para siempre en su secreto discurrir. La chica de las perlas, la del sombrero rojo, la joven que trabaja haciendo encajes de bolillos. Burguesas todas, bien vestidas. Y uno, del otro lado del lienzo, del otro lado del tiempo, no queriendo entrometerse en el lenguaje imperturbable de los cuadros.


jueves, marzo 03, 2005

Los chicos tienen distintos apellidos, ¿eh? y eso se aclaró desde el primer momento. Las cosas por su nombre. Sí, sí, justamente por su apellido. No obstante la semilla tuvo el mismo origen escrotal, digamos, el que la puso la puso, dos veces, en igual aujero. Alguien debería explicárselo, a ellos, a los chicos, que todo lo entienden antes de que nadie se atreva a decir nada. Está claro, está claro, pero no hubo problemas, han sido aceptados en el colegio. ¿Aceptados? Dios mío, estamos hablando de ellos como si se tratara de pequeños monstruos.

Hasta que no salga, no salga. La cosa es así y no se puede arreglar. O que se muera. Dentro de diez años, o menos, veremos, cuando los chicos no sean chicos y reclamen por enésima vez la explicación que se les debe, la que ya conocen.

Por teléfono le pido que no queme los diarios. No los tires no, es lo que sos, y lo que fuiste, prometo no leerlos si es que te incomoda. Pero no me hagas eso, no los destruyas porque (pienso y no lo digo) es lo único de vos que va a quedarme, que va ayudarme a comprenderte y a comprenderme cuando (pienso y no lo digo) te vayas. Historias de amor no busques, historias de amor no hay. No seas ridícula que no me interesan, en todo caso, no quiero nada de tu vida de soltera, quiero saber acerca de después, de tus amores de después, de cuando ya eras madre y mujer casada. Ahora estoy deshaciéndome de todo, de la vida que pasó, de la que nunca pasará, de los vestidos y los zapatitos, de los libros, de las anotaciones, de los tangos que cantábamos sin que los entendieras, sin que pudieras ni remotamente imaginar lo que significaban.

Pido el menú del día. Mientras espero mordisqueo un pedazo de pan, de reojo una mujer con el pelo enrulado lloviéndole en la espalda, está muy preocupada por su apariencia. Estuve llorando, hablando de que a mí tampoco me sale hacer lo drástico, decir ya nunca más. Al fin y al cabo si la vida es provisoria, cómo no habrían de serlo sus fragmentos.

martes, marzo 01, 2005


Una conversación es, entre otras cosas, el acuerdo de dos voluntades dispuestas a escucharse, a intercambiarse.

Leer a DH Lawrence es tedioso por momentos, estimulante por momentos. Otra experiencia más que el cansancio se encarga de frustrar con sus múltiples acometidas.

Hace xxx días que no duermo bien, que no me pierdo y soy un manojo de rescoldos que no terminan de apagarse por completo. Este ritmo es agotador repito una y una vez u otra y otra vez, lo que viene a ser lo mismo. Como si gritándola a los cuatro vientos uno se deshiciera de la circunstancia.

Mirá, en realidad vos decís que no quisiste, que fue casi como si te hubieran obligado, pobre mí que no que sí, pobre mí que me negaba y me metieron en la boca un caramelo demasiado dulce, pobre mí que mi abstinencia me provoca y que hay de mi ansiedad, de mi deseo de otro mí, de vos y vos, y todo el aire conturbado y unas nadas por debajo y qué cautela tremebunda. Sí total me enojo sí, de nada qué me importan las palabras baladíes, es lo único que resta por ahora, inútil. Y te callo. Me silenciadoramente me.