martes, febrero 22, 2005

Se aprende a convivir con un gato. Se aprende a convivir con un perro, con un viejo, con un alcohólico. Pero con la muerte, quién puede.

Me entero de algo que ya sabía y en ese “yo ya lo sabía” hay una especie de rebeldía adolescente, de no querer aceptar que algo tan sencillo como la cesación de la existencia tiene la fecha fijada. Y sí, carajo, mamá se va a morir.

Y ahora qué.

Seguir con los quehaceres, las mamaderas, la organización de la cena, la lectura fragmentada, la escritura no menos fragmentada, los polvos robados o prestados, las conversaciones memorables, el deseo que jamás se duerme --ese alfiler claveteándolo todo--, las charlas de pasillo, la simulación del trabajo, las indicaciones, los protocolos, la escucha del lamento ajeno, la compasión, la angustia derramada, las idas al supermercado, el inagotable cansancio de las noches, las caricias y los besos, las canciones de cuna, el llanto mal disimulado, la coca light, las ganas de encender mi próximo cigarrillo y/o/u otras etcéteras no menos consuetudinarias.

martes, febrero 15, 2005

Le bon roi Dagobert
Avait sa culotte à l'envers
Le grand saint Eloi lui dit
O mon roi, votre majesté
Est mal culottée
C'est vrai lui dit le roi
je vais la remettre à l'endroit

Eso, la remettre à l’endroit. Tanto votre majesté, votre majesté cansa un poco. Digo: ese tipo es un lameculos. A mí no me hizo nada, me contestan. A mí tampoco, pero eso no resta validez a mi afirmación. Servil, agrego, ese tipo es servil. Y la palabra servil molesta. Sin embargo, acá se vio cómo todo el mundo --y con todo el mundo quiero decir todo el mundo-- comenzó a falar portugués sin saber una palabra de portugués. Repentinamente. Como por vía de encantamento. De un día para el otro todos habían recibido el don. Falamos, sim, más não podemos pensar.

Temos todos que vivemos,
Uma vida que é vivida
E outra vida que é pensada,
E a única vida que temos
É essa que é dividida
Entre a verdadeira e a errada.

lunes, febrero 14, 2005

Estoy en el momento del mes. Posterior a la ovulación. Previo a la menstruación. Ese período que no es “el período” y por ende no es nada. Un lapso de fertilidad dormida, de desparramo en ciernes. No pienso en sexo. No lo siento espoleándome indiscriminadamente.

Hijos, más: no. Dos es, hoy, un universo con el que siento que puedo. (Puedo: que ilusión tan acariciada). Puedo bastarles, puedo, en todo caso, socorrer y acompañar. Soy egoísta y finita: no tengo nada para dar fuera del perímetro de mis limitaciones. Es obvio. Pero es así.

La oficina, el trabajo, me incineran la voluntad.

Hace más de una semana que corté parte de mis funciones. Todavía tengo leche. Todavía soy leche goteando. Ah, el misterio.

Había cierto romanticismo en todo aquello, o cierto deseo de romanticismo. Había una tensión calamitosa. Había ternura. Aquiescencia. Desencuentros. Risas, a rabiar. Y, ciertamente, lágrimas. Las mías, siempre a disposición, tan indispensables como incordiosas.

Un film de Polanski y un estúpido ataque de puerilidad (valga la redundancia, o acaso no son siempre estúpidos, los ataques de puerilidad). Eso es lo del sábado a la noche. Escuchar al tipo tocando Chopin, en medio de un bombardeo, entre los muros de una Varsovia que se desintegra. El ghetto, las humillaciones. Entonces: el lagrimón que se cae. Una reacción, como toda reacción pasiva, inútil, un simple reflejo de la sensibilidad excitada. Querer volver a ser un todo con el útero que nos expulsó porque ya estábamos demasiado crecidos.

Pero no.

Por supuesto que es pueril la reacción. A esta altura de la vida un individuo adulto que se asombra de determinadas cosas, según SS, sufre de inmadurez moral. Probablemente la sufra por momentos. Mamá ya me había acusado de eso el día de las prostitutas. Dijo: mirá como te ponés. Implicaba: no seas idiota, o vos cómo te creés que son las cosas. Y tenía razón. Aunque la reacción, es eso, una reacción --y acá valga la tautología--, que no tiene por qué anular la capacidad de reflexión ni invalidar cualquier razonamiento posterior. La reacción es algo puramente físico (o químico quizás). Laura y papá creen en el progreso de la humanidad como totalidad. Se avanza, dicen. Laura tiene fe en la ciencia, incluso, en la economía como ciencia social. Papá, en la historia. Yo soy incapaz de determinadas nacionalizaciones. Por momentos me da un poco de vergüenza, esta pérdida de perspectiva, o mejor, ni siquiera pérdida: nunca la tuve.

...

Hay una exposición de Die Brucke en el Thyssen. Ahora. Ya le dije a P que fuera pero seguro se va a olvidar. Estuve mirando libros, tratando de hacer memoria, de recordar qué decía el profe en las clases para las que llevaba sus propios libros con ejemplos.

...

Se habla de la democracia de internet. Parece que la red, además de servir para que cada uno exprese libremente sus ideas (si es que por fortuna, hay ideas), tiene la utilidad de haberse convertido en un lugar donde se puede insultar, humillar, vilipendiar sin ton ni son. Todos son tarados. Y todos son los brillantes, eso sí. Pero, cuando no hay un qué decir propio, qué mejor echar mano al antiguo y nunca bien ponderado recurso. Por supuesto, a mí Majul me parece un tarado. ¿Pero importa lo que a mí me parezca y lo que él sea? Tal vez no lo primero y sí lo segundo, por el lugar que ocupa en los medios. No obstante no hay que pecar de ingenuidad --otra vez, mamá tiene razón--: todos conocemos la historia del chancho y su dieta alimentaria.