lunes, febrero 14, 2005

Estoy en el momento del mes. Posterior a la ovulación. Previo a la menstruación. Ese período que no es “el período” y por ende no es nada. Un lapso de fertilidad dormida, de desparramo en ciernes. No pienso en sexo. No lo siento espoleándome indiscriminadamente.

Hijos, más: no. Dos es, hoy, un universo con el que siento que puedo. (Puedo: que ilusión tan acariciada). Puedo bastarles, puedo, en todo caso, socorrer y acompañar. Soy egoísta y finita: no tengo nada para dar fuera del perímetro de mis limitaciones. Es obvio. Pero es así.

La oficina, el trabajo, me incineran la voluntad.

Hace más de una semana que corté parte de mis funciones. Todavía tengo leche. Todavía soy leche goteando. Ah, el misterio.

Había cierto romanticismo en todo aquello, o cierto deseo de romanticismo. Había una tensión calamitosa. Había ternura. Aquiescencia. Desencuentros. Risas, a rabiar. Y, ciertamente, lágrimas. Las mías, siempre a disposición, tan indispensables como incordiosas.

0 Comments:

Publicar un comentario

<< Home