martes, junio 22, 2004

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Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es de uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

~Jorge Luis Borges


Volviendo al tema. Resulta que “ahora” es el grano coloreado en el instante de atravesar la cintura del reloj de arena. El minúsculo punto en el espacio donde no cabe nada más que el punto mismo. Eso es ahora. Es decir, ahora es nada. O:
Ahora es la espera, lo que separa las tostadas del desayuno de lo que ha de venir. Devenir. O:
Ahora es cada nudo en la urdimbre de (mis) ideas que no, de (mis) ideas que sí. O:
Una taza de té que se enfría y el anillo cobrizo que la circunvala. O:
Una anacrusa. O:
El chocolate derritiéndose en la boca (pero no el proceso). O:
En la boca la falacia de una eyaculación. O:
Una imagen repetida (pero no su recurrencia). O:
La deflagración de los sentidos. O:
Un estampido (pero nunca el fuego que le sigue).

martes, junio 15, 2004

“Vos por las dudas andá con perfil bajo”. Es decir: no sea que se den cuenta de qué tan pirimpimplín sos y a mí me ensarten con un laburo que no me gusta.

Yo hago omiso caso y voy igual con mi perfil de siempre, que es más bien tirando a subsuelo y expreso cuestiones del tipo “a mí me interesa” “estuve pensando” “creo que la situación es la siguiente” “tengo ganas de trabajar en” “no, la guita en este momento no es una prioridad para mí”. En fin, toda una serie de mentiras más o menos creíbles, más o menos razonables que son las que uno manifiesta cuando quiere que los demás lo tomen por alguien más o menos creíble, más o menos razonable.

Y así con todo.

De esta manera se va dando el proceso de adaptación al que usted (irremediablemente) ha tenido que ajustarse. Resulta que usted es una persona que se puede desenvolver dentro de los parámetros convencionales ¿? con la blanda convicción de un rollo de acelga cocida. Resulta que usted ha ido transformándose en un ser medianamente domesticado e inofensivo para quienes lo rodean todo gracias a una educación esmerada, a una cantidad x de sesiones de psicoanalista a $1.4 por minuto chamuyado, o vaya a saber gracias a qué.

Y usted no puede dejar de preguntarse qué pasaría si, por ejemplo, le dijera a ese hombre que tiene enfrente lo que usted realmente piensa, si así como quien no quiere la cosa le comentara que en este momento lo único que le interesa es, pongamos por caso, la literatura, o, yendo un poco más allá (o viniendo más acá) lo que en verdad se le antoja es una buen revolcón y no una charla acerca del impacto del precio del WTI en la psiquis del rinoceronte neocelandés, por decir algo. O pongamos que la ingesta de alguna comida que no le ha caído bien lo está haciendo sufrir y que ya no aguanta la situación porque el estómago le reverbera y en cualquier momento le explotan esas ganas de deshacerse en vapores que no lo dejan en paz desde hace media hora. O por ejemplo, usted de ninguna manera podría manifestar que el cura que le está dando la bendición matrimonial se le aparece como un gigantesco sugus masticable al que tiene ganas de clavarle los incisivos apenas se descuide, o que le hundiría la lengua en la boca si tuviera oportunidad, o que, por qué no, le mordería el culo, ya que estamos. No. No. No. Imposible. O, por el contrario, cuántas veces se ha encontrado en ese tipo de (incómodas) situaciones en las que su amante se desgañita en una sucesión de esfuerzos (inútiles) por hacerle sentir eso que se llama felicidad cuando usted lo único que quiere es que acabe y ya, pasemos a otra cosa por favor que tengo sueño.


Y así vamos por la vida, mintiendo un poco o fingiendo otro poco, escarchados como orquídea en el congelador pero eso sí, sin jamás perder el glamour ni la buena educación. Al final, si uno dijera absolutamente todo en el momento en que se le ocurre... ¿para qué necesitaría de la literatura?

viernes, junio 11, 2004

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Leo, por leer, cualquier cosa. Ayer fue Baudelaire, aunque después tenga que andar de diccionarios:

Non! Il n’est plus de minutes, il n’est plus de secondes! Le temps a disparu; c’est l’Éternité qui règne, une éternité de délices!

El tiempo inmóvil, como una habitación compacta en la que uno se mueve en círculos. Como un gran útero del que en algún momento hay que salir. ¿Cómo será vivir fuera del tiempo? El tiempo, que puede ser medido en términos de cuánto crece el pelo, de cuántas hebillas más hoy necesito para mi peinado, que no es tal.

Hay alguien que llama y dice: lo violaron, lo abandonaron, hoy tiene una bomba de tiempo en la cabeza, hoy está dispuesto a cocinarse a fuego lento. La palabra suicidio con esa intermitencia de faro, tantas veces ridiculizada. ¿Qué más te puede pasar? ¿Tener sida? Que se te muera un... ah no, eso no puede decirse, porque a veces, poner en palabras es igual a materializar, a obligar a ver. Pero. La vida es bella en todas y cada una de sus dimensiones.

Celos: un sentimiento tan absurdo como irremediable.

Y contra mis costillas, la revolución danzante del que va a nacer, contra mis vísceras sus sueños, sobre la magnificación de mis caderas su insistencia, es otro mi tamaño ahora, es otra yo que duele, es otra yo que se fatiga, es otra yo lentificada y nueva y siempre igual y siempre infinitésima.

lunes, junio 07, 2004

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Salgo de un paginerío para meterme en otro. Cuando la necesidad abruma, abruma y es imposible no hacerle el honor. (Abruma y es imposible no hacerle el amor).

¿Por qué me molesta la burla cuando en realidad no tiene importancia? Porque no es verdad que no tenga importancia, sobre todo cuando se trata de algo personal, de esas ampollas en situación
de estallido
incipiente
que se
muestran
solas
sin que
nadie
se lo
pida.

Citareando me encuentro en un brete para explicar la teoría de la posibilidad infinita. Es cierto que un dragón no podría suceder jamás, pero también es cierto que no me sería posible imaginar algo fuera de los límites del universo mismo. Un dragón no es más que una combinatoria de fuego con escamas y rugidos, una conjunción extraordinaria de objetos posibles aunque la cosa misma no lo sea. No importa qué tan lejos la llevemos, la mente no podrá llegar más allá del borde que nos separa de todo aquello que no se puede imaginar (no importa si soy yo o si es otra persona, en conjunto los hombres no pueden pensar en algo diferente de lo que los hombres piensan).

Bah, otro día lo pienso mejor.

viernes, junio 04, 2004

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The man that hath no music in himself,
Nor is not moved with concord of sweet sounds,
Is fit for treasons, stratagems, and spoils. . .


Shakespeare - The Merchant of Venice

En fin.
No hace falta decir mucho más por hoy.

miércoles, junio 02, 2004

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de milenarias infusiones tibias,
de hora tardía muriéndose un domingo pegajoso
y dulce:
ese sabor
querría yo impartir
en lengua ajena
como una bendición,
como un saludo
o la implicancia
de la vida
que
me tiene
tomada desde
adentro

Del anonimato o el doble en Cortázar no sé bien qué decir (ya escribí anoche lo que correspondía y hoy mis ojos se resienten).

No importa quién escribió qué, si al fin y al cabo todos terminan, terminarán, terminaremos garabateando el mismo libro. Por supuesto que con diferencias. Y que vivan las diferencias.

martes, junio 01, 2004

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Tanto la palabra máscara como disfraz admiten varias acepciones. Entre las que nos interesan se encuentran aquéllas que tienen que ver con lo físico, y aquéllas que en un sentido figurado implican un pretexto para decir algo diferente de lo que se siente o piensa.

En el prólogo a la edición de 1954 de Historia Universal de la Infamia, Borges previene al lector con respecto al contenido del libro: “Patíbulos y piratas lo pueblan y la palabra infamia aturde en el título, pero bajo los tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar. El hombre que lo ejecutó era asaz desdichado, pero se entretuvo escribiéndolo; ojalá algún reflejo de aquel placer alcance a los lectores ”. De manera que aun antes de comenzar la lectura, sabemos que vamos a encontrarnos con una serie de fabulaciones que en principio poco tienen que ver con el estado de ánimo de quien las creó.

El tintorero enmascarado Hákim de Merv:


La historia de Hákim de Merv no es otra que la de un farsante que crea alrededor de sí una aureola de misterio y misticismo aprovechándose de una terrible circunstancia: la de la enfermedad que lo aqueja, la lepra. Se vale para ello de una máscara de toro que deja oculto su rostro y que ante sus potenciales seguidores y acólitos justifica diciéndoles que: “su cabeza había estado ante el Señor, que le dio misión de profetizar y le inculcó palabras tan antiguas que su repetición quemaba las bocas y le infundió un glorioso resplandor que los ojos mortales no toleraban.”

Hay así una doble misión del uso de la máscara: la de ocultar una realidad que es pasmosa y la de ganar adeptos mediante la creación de un mito: Hákim amenaza con la desgracia de la ceguera a todo aquél que se atreva a contemplar su rostro.

Ya el oficio de tintorero nos habla de la transformación de una realidad en otra diferente, por medio del artificio de la tinta: el teñido con púrpura es un “arte de impíos, de falsarios y de inconstantes”. Desde temprano Hákim aprende las técnicas de la simulación, enseñado por un tío. Él mismo las considera un pecado, un trastorno por medio del cual se cambian los verdaderos colores de las criaturas. A los veintiséis años Hákim desaparece de su pueblo debido seguramente a su enfermedad: más tarde el prefiere decir que “el año 146 de la Emigración, había penetrado un hombre en su casa y luego de purificarse y rezar, le había cortado la cabeza con un alfanje y la había llevado hasta el cielo”.

Con el correr del tiempo y la constante repetición de su leyenda consigue el tributo y el fervor de ciudades como Nishapur y Astarabad. El misterio crece en la misma medida que crecen sus seguidores. Hákim troca la máscara por un cuádruple velo de seda blanca y piedras, y tal es su fama y el respeto que los pueblos le tienen, que logra hacerse de un harem de mujeres ciegas de quienes se sirve para satisfacer las necesidades de su cuerpo. Su ambición llega tan lejos como para abocarse a la creación de una cosmogonía propia y paralela a la de la fe Islámica. Termina así cayendo en la trampa de la Herejía: Hákim crea un dios a su imagen y semejanza. Esto no es tolerado por el Islam y, luego de cinco años de farsas, el antiguo tintorero de Merv es cercado por el ejército del Jalifa en la ciudad de Sanam.
En parte por ello y en parte por la traición de una de las mujeres del harem, Hákim queda en evidencia. En efecto, en el momento en que está esperando alguna señal divina que le de la victoria en esta última batalla, dos capitanes le arrancan el velo que lo cubre. El misterio del rostro de Hákim es develado y, paradójicamente, ni siquiera puede verse su verdadera cara que “era tan abultada o increíble que les pareció una careta”.

Sus rasgos son una parodia, una brutal deformación de lo que alguna vez fue su cara, que ha quedado perdida para siempre tras los vestigios de carne corrupta que ahora ocupan su lugar. Hákim muere a manos de los mismos que, por temor o por ignorancia, lo habían adorado.

La viuda Ching, pirata:

En el caso de la viuda el motivo del enmascaramiento es tal vez menos evidente ya que no se presenta en forma explícita, al menos no en el sentido físico de la palabra máscara. Sin embargo, desde el comienzo se advierte un intercambio de géneros en el rol de las mujeres: “la profesión de pirata no era para cualquiera, ya que, para ejercerla con dignidad era preciso ser un hombre de coraje...”.

De modo que la mujer debe actuar, debe “disfrazarse” de hombre, no tanto en lo que a indumentaria se refiere sino en sus actitudes para con el resto del mundo. Si una mujer quiere ganar el respeto de los hombres, debe volverse como ellos, debe dejar de lado su condición femenina.

Por otro lado se observa un viraje constante de los personajes de una situación dada a otra que “les conviene más” y que devela su verdadera naturaleza. Nada es lo que parece ser: primero el pirata Ching, marido de la Viuda, acepta un soborno de las fuerzas enemigas para convertirse en jefe de los Establos Imperiales traicionando así a sus compañeros de saqueos, que deciden envenenarlo; luego, la viuda misma abandona todo aquello por lo que había bregado durante toda su vida en pos de una posición más cómoda, capitulando también ante las fuerzas de la segunda expedición del emperador Kia-King.

Cabe notar que incluso el emperador Kia-King, en su primera expedición para acabar con las atrocidades de la Viuda y sus corsarios, se ha valido de una falsedad para alentar a sus propios almirantes y disipar cualquier temor que pudieran abrigar con respecto al enemigo: al referirse a las embarcaciones piratas, lo hizo diciendo que se trataba de “barcos averiados y deleznables” lo que por supuesto, no era cierto. La Viuda Ching gana esa primera partida y astutamente decidirá retirarse cuando se de cuenta de que no puede hacer frente a la segunda expedición de la fuerza imperial.

Es así como en esta historia, la suerte de la farsante Viuda no es tan mala como la de Hákim de Merv: “la zorra” obtiene el perdón de sus enemigos y dedica el final de su vida al contrabando de opio, con el nombre de Brillo de la Verdadera Instrucción.

Borges y la mascarada de la literatura:


Podría trazarse un paralelismo entre lo que los personajes (tanto la viuda como el tintorero) hacen a lo largo de sus azarosas vidas, y el propio oficio de Borges: la literatura no es otra cosa que un enmascaramiento de la realidad por medio del arte de las palabras. Un escritor “debe ser leal a su imaginación, y no a las meras circunstancias efímeras de una supuesta realidad”

Para Borges, todo aquello que reproduzca la realidad tal cual se nos presenta, encierra una especie de aberración que debe ser evitada en todo momento. Es por eso que tanto detesta los espejos y le hace decir al propio Hákim en su cosmogonía: “La tierra que habitamos es un error, una incompetente parodia. Los espejos y la paternidad son abominables porque la multiplican y afirman”. Borges se enmascara así tras los parlamentos de sus propios personajes.

En un poema de “El Hacedor” con respecto al mismo tema leemos :

Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,

infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.


No obstante, a pesar de todos los intentos de parecer una cosa, de disfrazar mediante el uso de la imaginación esa realidad que abruma, avergüenza o simplemente no es la más cómoda, hacia el final de sus historias, los protagonistas de las diferentes mascaradas quedan en evidencia. De una u otra manera se descubre lo que realmente son. Borges mismo, en el epílogo de “El Hacedor” da cuenta de este hecho, que no sólo acontece en el universo de la literatura, sino en el de quien da vida a esta literatura. Ambos universos quedan por fin tan estrechamente entrelazados, que terminan confundiéndose, y lo que pretendía ser una máscara o un disfraz, es la realidad misma del escritor, ya que no puede vivir fuera de ella. El escritor es endefinitva lo que escribe:

“Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara ”.