viernes, junio 11, 2004

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Leo, por leer, cualquier cosa. Ayer fue Baudelaire, aunque después tenga que andar de diccionarios:

Non! Il n’est plus de minutes, il n’est plus de secondes! Le temps a disparu; c’est l’Éternité qui règne, une éternité de délices!

El tiempo inmóvil, como una habitación compacta en la que uno se mueve en círculos. Como un gran útero del que en algún momento hay que salir. ¿Cómo será vivir fuera del tiempo? El tiempo, que puede ser medido en términos de cuánto crece el pelo, de cuántas hebillas más hoy necesito para mi peinado, que no es tal.

Hay alguien que llama y dice: lo violaron, lo abandonaron, hoy tiene una bomba de tiempo en la cabeza, hoy está dispuesto a cocinarse a fuego lento. La palabra suicidio con esa intermitencia de faro, tantas veces ridiculizada. ¿Qué más te puede pasar? ¿Tener sida? Que se te muera un... ah no, eso no puede decirse, porque a veces, poner en palabras es igual a materializar, a obligar a ver. Pero. La vida es bella en todas y cada una de sus dimensiones.

Celos: un sentimiento tan absurdo como irremediable.

Y contra mis costillas, la revolución danzante del que va a nacer, contra mis vísceras sus sueños, sobre la magnificación de mis caderas su insistencia, es otro mi tamaño ahora, es otra yo que duele, es otra yo que se fatiga, es otra yo lentificada y nueva y siempre igual y siempre infinitésima.

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