martes, agosto 21, 2007

papeles arrugados

el problema fue que yo no me daba cuenta. y no porque no me interesara. no me daba cuenta de puro distraída. leía mi parte en casa, nos juntábamos y ensayábamos dos veces por semana. después todo se reducía a hablar eternamente de lo que viniera a cuento, inmersos en el humo de un par de cigarrillos robados, tomando un café con la sola excusa de ocupar una mesa en un bar durante tres o cuatro horas. hablar y hablar. hasta que un día salió con algo que me pareció una tontería. era una frase del estilo "hacer música de cámara es como hacer el amor". recuerdo bien que dijo eso porque en el momento me había sorprendido un poco, no tanto la expresión que usó (eso me sorprendería ahora, tal vez, no antes, porque estaba en esa edad en que nos parece que el sexo no puede prescindir del amor, de modo que la idea de cojer así como así o porque sí nos resulta prácticamente inconcebible), sino porque su frase implicaba que de alguna forma, por lo menos en su sentir o en su pensar (y tal vez a su pesar) habíamos estado haciendo el amor durante todo ese tiempo y yo no me había enterado. qué absurdo. creo que tosí, o me reí, y dije, claro, claro. creo que él se ofendió. lo cierto es que de la noche a la mañana se acabaron las conversaciones, y que apenas rendimos el examen de música de cámara, también se interrumpieron los ensayos. yo seguía siendo la chica del violín.