martes, mayo 31, 2005

el olmo no da peras (ni manzanas, ni uvas, etc)

Necesita tiempo para sí. Para sí, para no. Tiempo para mí: tiempo para mí ya tengo, desde el dos de octubre de 1972 comenzó a correr para mí.

Entonces, la mujer, hecha una furia o muchas, entra en el local e increpa al dependiente: “Necesito tiempo para mí”. El tipo le responde con silencio de canario atragantado. ¿Eh?

Tiempo para mí, ¿me oye?

Tiempo para usted. Sí sí, la oí, sordo no soy. Lamento informarle, señora --ahora el semblante del dependiente cambia de canario a cuervo-- que me quedan sólo tiempos colectivos.

Como no se sabe a ciencia cierta qué son tiempos colectivos, es decir, si el tiempo en que uno viaja en el transporte público o el tiempo compartido por todos los seres que tienen alguna conciencia del tiempo (o intuición, según Kant... ¿era una intuición, condición necesaria para el conocimiento, etc?) la cuestión se termina acá. Resulta claro que lo que el dependiente tiene para ofrecer no es el tiempo para sí que ella pretende. Pum.

Antes, se había retrepado a uno de los bancos altos de la barra del London, frente a una taza de cortado mitáymitá, un scon en un platito, azúcar a gusto. Pelo húmedo y unas ojeras que ni te cuento, el párpado derecho con síndrome de poco sueño, rojo, carmesí, coloradón; sobre los hombros, como un mantón de Manila, un ofendimiento imperial, de mina herida en lo más profundo de su imbecilidad femenil. Pasa las páginas pa’ tras, pa’ delante de un libro de Juan Carlos Onetti bastante choto --quién soy yo, usted, para pronunciarme/se de tal modo-- libro el cual viene a ser el tercero de dos noches, habiendo degustado un rodaballo y otro alemán ¿? también, aburridísimo. Diverge un poco: la vida, en general, es una cosa digna de. De qué es algo que aún está por verse. Si se duerme la noche anterior el resultado es uno. Si no se duerme, mejor ni pensar. Nueve y media. Tarde. A veces una mujer, o sea ella, o cualquiera, se parece a una vid de la que todos quieren recoger las uvas. Recojer las uvas. Hasta que se acaban las dichosas uvas, o se caen al piso por maduras y ahí permanecen: desparramaditas, apelotonadas, pisoteadas con moscas que suben o bajan en vuelo rasante. Luego quedan los sarmientos nomás. Muerde: el scon está muy seco. El café demasiado fuerte. El nivel de tolerancia en el umbral.

O de otra forma:

Tiene calor, calor en la espalda y en las manos, calor húmedo. La lana del saco en el cuello, el cuello en la lana del saco que pica, que escuece. Qué tarde. Qué hacer. En el subte la puerta no se abre porque hay que abrila a mano, imbéciles, o no se dieron cuenta. A mano tantas cosas, como tocar el piano, cocinar, tejer, como meter una mano, o el dedo de una mano ahí. ¿Te da impresión? Había un personaje, un hombre que inventé una vez, que vivía haciéndose la paja en el baño de la oficina y con pañuelo. Así procedía porque estar con mujeres le daba impresión o vergüenza, de manera que el hombre iba, se agarraba la verguita con delicadeza y ¡ñácate!, el muy cochino.

Se vuelve peligrosamente pornográfica. Repulsiva.

A veces los hombres tienen eso: encuentran un pelo en el lugar equivocado --equivocado por qué, no se sabe, Dios se habrá equivocado, la naturaleza. Los hombres se creen Dios y las mujeres no deberían tener pelos-- y se empeñan en tomar un atajo. Ahora bien: en la boca, una puede meterse cualquier cosa. Y la de pelos que hay.

Dónde dejé ese libro de DH Lawrence que había empezado a leer.

lunes, mayo 23, 2005

Bebí y dije estupideces, como siempre (que bebo, podría agregar pero no: sería mentira porque habitualmente, beba o no, digo estupideces). Bebí, no mucho, no estoy acostumbrada y no sé qué se siente en el alcohol como no sé qué se siente en la merca, ni lo sabré nunca. Borracha estuve alguna vez y pude ver borracha a la viejita. La viejita arrojaba objetos contundentes por la ventana. Cacerolas, jarritos de aluminio, algún que otro tenedor. A las vías, los arrojaba; tratando de darle al techo del tren que pasara en ese momento --siempre tan inoportunamente, siempre tan a toda hora, siempre tan para molestarla a ella y sólo a ella--. Pero preferiré recordar los sanguchitos de pan con manteca y el jugo de naranja de bidón con dibujos animados todo el tiempo que yo quisiera.

Ahora, por hoy, hay hoy una suerte de desencuentro. Hoy sos vos, ayer soy yo, o fui, o fuiste entonces se produce la tut-tut desconexión. Ahí donde nadie encuentra ni se encuentra ni hay palabras que decir, de esas que sí hubo otras veces en que todo funcionaba (o parecía) y la posibilidad de un tut-tut era impensable, de puras ganas y de puras voluntades en completo acuerdo.

Un ejemplo de una nada:

Podés venir un minuto, le digo desde mi teléfono de tonos lleno de lucecitas y la veo venir con cara de cansada, sí, me ha respondido hace apenas dos segundos y antes de que su voz desaparezca en el recibidor ya está dejándome su aura de perfume acá, frente de mí, detrás del escritorio. Qué necesitás, pregunta sin realmente preguntar. Es imperioso que invente ya mismo una excusa porque no podría --no puedo-- confesar que la llamé para eso: nada más para que venga y mirarle las arrugas incipientes de la cara, los párpados ensombrecidos, la boca mordisqueando un lápiz.

jueves, mayo 19, 2005

otro libro más que pasa


El tiempo es un cansancio que asumimos.
Eduardo Mallea ~ Chaves


Es curioso (o no) que de lo único que brota o se me brota el hablar es: cansancio. Mi cansancio esparcido sobre el cuerpo. Estoy fumando, no mucho, pero siempre hay un punto de partida. Estoy comiendo más. Es esta etapa de la vida en que una mujer no es una mujer sino por sus hijos que se la devoran aunque ya no los amamante con su leche. Los amamanto con mi tiempo, el que les doy y el que no porque trabajo o digo que trabajo y semidormida voy a la oficina a armar planillas de cálculo, modelos financieros que no cierran por ningún lado, con errores, con raíces cuadradas que se multiplican donde no debieran. Los amamanto con las ganas de darles más de mi tiempo, con el enojo de la madrugada: porquécarajonotedormirásdeunavez, no ves que estoy cansada, yo-no-puedo-más. E infinitamente los adoro, a los dos, al flaco contestador y al gordito que ¡por fin! aprendió el paso de estar acostado, despatarrado en el piso a sentarse solo y desde ahí gritar, llorar, que me vengan a buscar para jugar.

De las personas, Esthel est venue, on a causé beaoucoup, no me sale en español, decilo en francés y si no es en francés cada tanto se le desbanda frase en inglés. Se enamoró de un argentino que la dejó de garpe, sí, así nomás. Pim pam pum en París, todo de arriba y después si te he visto no me acuerdo. Ella, triste. Más bien enojada porque entre porro y porro él le hizo decir cosas que ella se negaba a confesar, esas cosas que hacen las veces de regaderas de egos, fuiste lo mejor en años, no quiero enamorarme de vos pero. Palabras que después se olvidan aunque en el instante sean el mundo y el mundo se desaparezca en ese instante en que se las pronuncia. Qué mala suerte tengo con los hombres. ¿Será realmente mala suerte? pienso.

Para la charla preparé la cena, cebollitas, ajíes, carne, papas. Hubo helados y chocolate amargo. Después, la noche, demoledora.

lunes, mayo 16, 2005

autumn vs fall

Hablamos, sí. O habla y me pregunta cosas. De esas cosas que prefiero no contestar porque ni yo me sé qué contestarme. Miro el plato, agarro un pan o juego con el tenedor. ¿A vos te parece que está bien lo que hacés? A mí no me parece nada y pienso que no entendió. Yo te entiendo perfectamente, dice. Es en esa misma afirmación donde se produce el desparramo de su incomprensión absoluta, en su estúpida curiosidad por el detalle, por la resolución práctica del problema. Ahí se queda. Ahí en la raigambre del prejuicio, la que trae de la cuna, la que de alguna forma, debo confesarlo, compartimos. Me pregunto para qué hablé cuando hablé.

De repente veo que el otoño trae hojas. Las veo, las huelo, las camino, las hojas. Las crujo. El otoño trae hojas y agua helada. Trae a mamá con los labios pintados y un pañuelo en la cabeza, linda. Después cansada y cansada de no poder esconder su cansancio. El otoño trae un libro de Mallea, triste, una habitación de techos infinitos y suspiros. Trae toses, el otoño. No te entiendos. Besos. Trae no dormires y cansancios. Caminares con hermanas, uno que otro cigarrillo a la pasada. No me trae, todavía, lo que espero.

miércoles, mayo 11, 2005

That happens. The heart is asleep, it ticks and tocks, but in all other
respects it might as well be dead. My poor brain had no thoughts of its own.

J. Roth ~ Rebellion

Mercenariamente sí. Es la única manera: qué profesión ni honor ni nada.

Van a amarte más. ¿Se puede más? Ofuscada: sí, se puede más, cercano más a una resignación que a otra cualquierez.

De la voz se desprende una carraspera o mejor, mocos que suben y bajan, o peor: un frango que no se puede escupir (como sucede en la novela de Joseph Roth cuando la gorda se enoja y se zampa tres gargajos así nomás de una) porque queda feo así que a tragárselos.

Con X nos tomamos un café y la mando por enésima vez a que se haga ver por un psicólogo, no puedo decirle que además creo que necesita algunas otras cosas porque se ofendería amén de que puede que mi sugerencia esté demás y sólo se trate de una estúpida suposición mía. Lo que le sugiero también-asimismo por vez número un millón trescientos mil que vaya al ginecólogo a que le revise la cueva porque se le va a poner más fea que una ruina fea. Hay que tener cuidado con las enfermedades sin llegar a hipocondriacarse, eso sí. Pero consultá a tu médico de cabecera o, en su defecto, al de la cabeza.

Joseph Roth me hizo llorar. Tolstoi me hizo llorar. Al fin los dos libros tratan de lo mismo. A mí todo me hace llorar: un poema me hace llorar, un enojo me hace llorar, ver a mis niños crecer me hace llorar, una cebolla me hace llorar, mi mamá me hace llorar, la muerte me hace llorar, la vida me hace llorar, cojer me hace llorar, no cojer me hace llorar. Ergo: el acto de llorar termina irrisoriamente devaluado en mi cotidianeidad, o, en otras palabras, flor de pelotuda qué lagrimales sobreestimulados tiene. Es una cosa más, llorar. Como comer, beber & amar.

Otro sueño extraño: estaba desnuda en un restaurant pero metida dentro de una cama. Mis hermanas me esperaban en otro lugar para almorzar (o cenar). Venía gente y a mí me daba vergüenza. Sin embargo, bajo las sábanas, nadie se enteraba.

Anteanoche, el fantasma de mi abuela me atravesaba.

Ante-anteanoche, creo, me robaba un libro de la Bauhaus del museo del Louvre (¿?) y cuando iba a tomar el metro de Paris un tipo -joven & bello- me explica que la línea que yo quería tomar ya no andaba, que debía hacer combinación y bajar en La Defense. Me ofreció mostrarme el camino. Después, me pidió algo a cambio.

martes, mayo 10, 2005

ya sé
que estoy
adormilada
tengo
hambre
agotamiento
y ganas de

(ya sé:
de anoche el sueño
sólo un sueño fue)


ya sé
que de escribir
tiempo vendrá
y vendrá cuando sea tiempo
como el agua de mi sangre espesa
ya lo sé

ya sé
que de la luz me oculto
y muerdo de la noche
un rayo

ya sé:
que a veces soy asombro
que otras soy igual a todo
tan pequeña
in-sig-ni-fi-can-te
una piel más al borde
de la cama
un cuerpo entreverado
en un abrazo
una partida/una llegada
subrepticia

soy
del silencio la presencia
que desborda,
ya lo sé

viernes, mayo 06, 2005

The attitude of women in such cases was indeed one of the paradoxes of the place. Most of the women were of the kind vaguely called emancipated, and professed some protest against male supremacy. Yet these new women would always pay to a man the extravagant compliment which no ordinary woman ever pays to him, that of listening while he is talking.

Chesterton ~ The man who was Thursday


Siempre hay alguien que lo dijo antes, siempre hay alguien que lo dijo mejor. ¿No es extraordinario? Así y todo, queremos hacerlo otra vez. Cometemos los mismos errores, nos bañamos todas las veces en el mismo río y en ninguno.

Entra O, se sirve un café, comienza a hablar de Dios. O más bien, de su no Dios y de lo íntimo y lo personal que hay en toda creencia, no es fácil no creer: hay que construir una moral fuera de Dios, hacer tal o cual cosa porque es la correcta, no por un sistema de premios y castigos en apariencia externo al hombre (la verdad es que el sistema de premios y castigos fuera o dentro de la religión es un invento humano, puramente humano). Me dice que la semana que viene me devuelve 1984 y que no tiene tiempo para leer a Hegel y que eso lo deprime y qué sé yo qué más. Lo escucho. Por suerte no me habla de economía. Extraño ya no trabajar para él, la corbata azul con los filósofos griegos diseminados en la seda, su clásica retirada me-voy-porque-estoy-tapado-de-laburo después de haber hablado sin parar durante media hora, dejando a la gente con la frase “este tipo está loco” “este tipo es brillante” “este tipo es insoportable” en la boca. Pero no sé si nos aguantaríamos si estuviéramos en una misma oficina.

miércoles, mayo 04, 2005

¿yo señor?

d me tira un flechazo ahí en el centro mismo de la vanidad. y no me lo creo mucho, qué sé yo, como cuando b dice que pensamos diferente porque para ella es importante pelear por un lugar en la literatura y para mí no. se lo agradezco porque al aclararlo me eleva a la altura de alguien que podría pelear por un lugar en la literatura: de otra forma su comparación resultaría completamente ociosa, como postular que, pongamos por caso (y digo cualquier cosa) emilia mazer y yo somos diferentes porque para ella es importante pelear por un lugar en el mundo del espectáculo y para mí no, no hay nada que pueda unirme a emilia mazer, la hembrez quizá, el apetito por lo artístico y nada más; sí hay muchas cosas que me acercan a b, aunque más no sea estar parada en otra esquina o vereda de la misma calle, y es por eso que encontró necesario explicitar la diferencia.

la verdad de la cuestión es mi falta de fe. no creo que no sea importante. lo que me parece es que no hay ninguna cosa que yo pueda hacer al respecto, sobre todo si primero no apoyo mi gran culo en una silla y me pongo correspondientemente a escribir --no hablemos de hacerlo en los confines de mi cabeza, que es donde todo se origina y crece--. si me dejo ocupar, como me ocurre ahora, por cada mínimo suceso de la vida cotidiana casi no queda espacio en mí para hacer literatura. lo peor del caso es que por el momento no me preocupa demasiado. no espero. no me vuelvo loca. escribo esto que para d es como no escribir nada y ahí me quedo, pensando en la cena de hoy, en el laburo que tengo que terminar, en la otra noche, en las vacaciones de julio, en la nadedad, en mi(s) hermana(o)(s) en lo que me da miedo, en mi familia, en el incipiente grupo de los lunes, etcétera.

qué japa soy.

martes, mayo 03, 2005

non stop

Claro, había necesitado que le habilitaran el camino, que le otorgaran ese permiso que le estaba faltando para hacer lo que no. Porque todos queremos avalanzarnos sobre lo que no --decir deber suena a imposición, entonces prescindo-- todos queremos meternos de narices. Ahí. Sin ambages.

Ah, tengo sueño y sueños tengo, y un cansancio de esos de los que mejor no deshacerse nunca porque hay vida en mi cansancio, está la vida ahí con sus secuelas, como mi cicatriz, como las mutaciones de mi cuerpo mío. Está también en ella, la vida. Ella: esa a quien le duelen los riñones, la de las manos todopoderosas; ella que en su jardín sembró el orégano, la albahaca, los tomates y hasta los ajíes; ella que se enamoró de lo imposible y del espanto.

Conversar. Pasarle el pancito a la salsa.
Preparar el desayuno para todos ¿te hago un té? Besar a los bebés hasta que digan basta mamá, salí de acá.

Un libro de Alexander Solshenitzyn o como quiera que se escriba leído a medias. Medias rayadas. La alegría infinita de la literatura.

Y a mí, así, o nada.