jueves, enero 17, 2008

¿así se baila el tango?

a dónde nos puede llevar una excursión por la noche tanguera, nunca se sabe. la visita a un lugar nuevo (para mí) resultó de lo más decepcionante, no porque yo albergara altas expectativas respecto de "el beso" --tal es el sugestivo nombre del boliche en cuestión-- sino porque ando como de capa caída y con pocas ganas. de modo que anoche regresé temprano a casa luego de concluir (sin pensar demasiado y más bien a causa de un profundo sentimiento de fastidio) que los benditos códigos de la milonga por momentos resultan más insoportables que los protocolos/rituales de versalles en las épocas de luis xvi. por ejemplo: en la mesa que mi prima había reservado había cuatro sillas. elegí, al azar o porque me quedaba cerca, la de la derecha. ERROR. esa silla es de, suponte, eufrasia. ¿la compró? no. la susodicha eufrasia siempre se sienta, no sólo en la misma mesa sino que en el mismo lado de la mesa. ergo, cambié de lugar y quedé rodeada de unas cuantas mujeres (ubicadas en las mesas colindantes) profusas en adornos, peinados y cacareos. en conjunto daban ¿dábamos? la impresión de loros y papagayos encerrados en una infernal pajarera.

esta situación favorecía los malentendidos entre los posibles candidatos (situados a metros de distancia) y las bailarinas: en varias oportunidades dos mujeres se levantaron ante la invitación de un único caballero que debió salir a la pista no necesariamente con quien él deseaba sino con quien más rápido había llegado a su encuentro.

en resumen: no bailé ni un solo tango. volví temprano. nunca más regresaré al beso.

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