horas & horas con los abogados en sucesión infinta.
hay un gordito meta sánguche y querer corregir todo en voz bien alta como para que se escuche
quién es el que sabe y ya no queden dudas [y eso que
él no estudió leyes]. otros más en degradé se ubican de costado, revisan papeles, acotan breve y/o toman apuntes y escriben una
footnote destinada, a lo mejor, a no ser jamás leida por nadie.
algún boludo con charreteras imaginarias hace un chiste que no es gracioso [situación política, indígenas, el país bananero, albert, etc] siempre no son graciosos los chistes que se hacen en esta clase de encuentros.
las letradas, invariablemente, lucen la elegancia de lo justo y usan stilettos y carteras caras. poco make up. el estilo es sobrio pero que se note
siempre la clase A. hay una [no abogada, claro] que nada que ver: olvidó en casa el sentido del decoro y trajo su vestido estampado de colores con cuellito, falda corta, piernas largas, rulos incendiados, ordinaria porque: demasiado. para colmo cara de orto que no se compone ni cuando sonríe. bueno, lo que se dice una desgraciada. pero inteligente aunque se enreda un poco cuando hace un planteo que excede su campo de concimiento (los números, en teoría).
y todo así.
entran y salen secretarias trayendo más bandejitas, postres, café, gaseosas y cosas por el estilo mientras, tanto los milennials como los baby boomers invitados miran las pantallas de los celulares tratando de escapar un poco al aburrimiento mortal que les causa la discusión del tema puesto en el tapete que además, a esta altura de la
soirée, ya nadie sabe cuál es [desmadre general]; contestan las cosas urgentes y las pelotudeces de sus respectivos grupos de wassap; transcurren.
la vida.