domingo, enero 17, 2021

no hace calor

como para nadar, entonces la bicicleta. sin salir de los jardines de la casa, como una lunática, después de todo es mejor que una bicileta fija: los árboles se suceden circulares, la palmera petisa con forma de ananá gigante, el pino, el magnolio sin flores y la largistromia florecida como un ramo una novia blanca: doy vueltas desde el fondo hasta el jardín de adelante, esquivando los autos estacionados sobre el sendero de ladrillos. recuerdo que cuando era chica también corría imaginarias carreras en bici en el fondo de la casa: lo que más me gustaba era subir y bajar una loma que había y salir desiparada. una vez no me di cuenta que la soga de la ropa estaba demasiado baja y me enganché con la consecuente caída. la bicicleta siguio su trayecto pero mi cuerpo terminó despatarrado en el piso, la marca de la soga en el cuello como les pasa a los suicidas pero con mejor suerte. 

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leo una novela de césar aira y mientras leo me pregunto ¿porqué no leí más novelas de césar aira antes?. al llegar a cierta escena me doy cuenta de por qué, pero también noto que eso que en otro momento me molestaba ahora ya no y que encuentro mucha belleza en el estilo de la escritura y el devenir de los razonamientos. 

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desayuné ciruelas, bananas, café con leche, tostadas. 

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ayer por la tarde, después de muchos días sin vernos (dos? tres?), nos encontramos rápido en el desorden del cuarto, la cama sin hacer, las sábanas un remolino, el sexo urgente, húmedo, vertiginoso. 

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