domingo, julio 05, 2020

¿qué escondés en tu placard?

acá hay uno que quiere usar las ideas de de otros en su beneficio [en la canción del campamento el verso equivalente sería: no traigan cosas que no sean suyas y que sean feas]. me llama por teléfono y persiste en su delincuencia mal disimulada. si ya dije que no ¿para qué insiste?. por supuesto, no respondo. le escribo un mensajito explicando que estoy en una reunión con f(x); que estoy muy ocupada porque debo terminar una presentación para f(x) y que además por la tarde hay programada otra reunión con f(x), con los abogados, y con el universo todo. 

el ostinato deliverado y emitido de este lado del teléfono, la invocación mágica del nombre f(x) en sucesión constante a modo de recordatorio, creo que debe haber surtido efecto. por un momento el ladrón de pájaros ajenos se calmó. (ahora escribe mails los fines de semana, pretende una amabilidad que le es absolutamente impropia y que a mí no me importa).

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vengan a chupármela de a uno, me oí decirle a alguien en cierta conversación. a alguien con quien no estoy segura de tener una relación de confianza suficiente como para expresarme así. y vos... ¿ya saliste al mundo a gritar quién sos? ¿o aún no te animás? ayer vi a una drag queen tocando un piano parecido al mío, en una casa enorme con un piso de madera parecido al mío. 

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los días en cualquier lugar son siempre el mismo día en un lugar que no es cualquier lugar. 

cada vez que hago la cama pienso que ese pequeño esfuerzo matutino es un acto de fe. y es también toda una declaración de principios: la declaración universal del principio de mi dignidad como persona. hago la cama con un método que es igual al del ayer y al de mañana (a veces hay algunas variaciones relacionadas con otros apuros), estiro con cariño la sábana de abajo, sacudo las almohadas, cambio fundas, doblo el cubrecamas nuevo para que se pueda ver el borde con florcitas o rayitas de la sábana de arriba, todo igual, todos los días, sabiendo que no va a durar más que unas horas, que todo va a morir en el momento de los sueños o del sexo, que ese refugio de los cuerpos en la noche del invierno hay que volver a armarlo una y otra vez. como una tienda de campaña en una guerra y sus batallas sucesivas: se arma y se desarma para dar calor al cuerpo en su descanso, en su vivir los sueños y las pesadillas, y cada mañana le restituimos el orden. no vale dejar la cama deshecha hasta pasado el mediodía ni mucho menos hasta el momento de la noche en el que a su cobijo regresamos: sería como no quere retirar a los caídos en la lucha y que quedaran espercidos en el campo a merced de las aves de rapiña. 

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