martes, diciembre 03, 2019

razones

venía acá a producir belleza. hace años esa era mi búsqueda. ponía siempre en la contrucción del texto, por insignificante que fuera, la intención de fijar en el instante una imagen hecha de palabras. 

cualquier excusa era válida: describir un viaje en subte, comentar una lectura, hablar maliciosa de las personas que me rodean en la oficina, exaltar mi experiencia con la maternidad, explicar (sin ser plenamente conciente de eso) cuánto extrañaba hacer música, decir cosas de sexo, pensarme puta, creerme buena, justificar el haberme dedicado a algo que me da dinero (y qué bien y cuánto y cuántas posibilidades) pero que no me mueve el deseo, explorar las posibilidades del estilo, etc. 

todo era suceptible de ser dicho. ergo todo debía ser escrito. pero amorosamente escrito. había una obsesión en la búsqueda de las formas, en la experimentación, y sobre todo, en el movimiento continuo de la escritura: lo hacía todos los días. sin falta. como quien duerme o come o bebe agua. todos los días. era algo más que sexual (uno no coje todos los días). y era sexual o impulsada por una pulsión o un deseo irreprimible de escribir. con el tiempo no sé bien qué pasó. escribí menos. sin planes. con una escritura volcada más a dejar asentadas en un papel cuestiones que sé que voy a olvidar pero sobre las que me va a gustar volver. 

empecé a escribir como quien escribe un acta de la asamblea de sus sentimientos y preocupaciones para después retornar y ver qué intrascendente era eso que en algún momento nos pareció tan importante. 

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