miércoles, septiembre 18, 2019

viene la chica con cara jihadista. nos encerramos en un escritorio a mirar números. estamos concentradas lo que se muy bueno porque se traduce en avances en el trabajo que luego van a evitarnos tener que dar explicaciones. luego nos reunimos con alguien más y la reunión se vuelve unidireccional. la chica se pone de malhumor aunque lo disimula bien. termina llevándose su computadora y su cara de guerrillera a otro lado. me deja a mí en la sala con el gordito que ahora tiene un romance desenfrenado con su celular.

yo escribo. 

sueño con dormir.

duermo sin soñar. 

son las 17:34 de la tarde del 18 de septiembre del año 2019. estoy sentada en una silla que tiene un tapizado color ciruela, frente a una mesa de madera maciza, de las buenas. un mapa de la república argentina cuelga en la pared, a mi derecha un televisor, a mi izquierda, la puerta de salida. oigo las voces de la gente que habla en otras salas, otras oficinas.

soy una mujer casada que anda apareciendo por ahí, como el fantasma de canterville, ocasionando molestias, asustando quizás. hoy estuve a punto de comprar cigarrillos pero no. tengo tos. para qué. quedan tan pocos días para irme y todavía no tengo el pasaje de vuelta dublin londres ni tampoco me fijé si ya está restaurada la sala de arte japonés del museo británico ni el museo de instrumentos antiguos de la royal academy of music.