domingo, septiembre 22, 2019

el amor correspondiente

la hora de la siesta transcurrió en un viejo cubrecamas sobre el césped. no sabía a ciencia cierta [existe la certeza en el método científico, es una pregunta] si dormía o no porque el calor me agobiaba un poco y la posición incómoda otro poco pero cuando miré el reloj había pasado una hora, tenía la espalda sudada, mucha sed y los niños seguían pateando la pelota ahí nomás (cómo no me dieron un pelotazo es un misterio). 

el romance frustrado de fermina daza con florentino ariza es para desternillarse de risa. quizás porque los romances por correspondencia son los únicos romances que pueden prolongarse en el tiempo sin sobresaltos: todo queda a merced de la imaginación y la imaginación se ocupa de completar lo que la ausencia del otro nos regatea. entonces las personas quedan literalmente idealizadas porque al no haber corporeidad, todo es un invento que se adapta perfectamente al deseo propio. 

cuando ella ve quién es realmente él (porque lo ve, sin la mediación de lo que su propia cabeza de enamorada interponía entre ellos, es decir, lo ve físicamente, ahí parado, a su lado, en esa escena del mercado... el pobre florentino dispuesto a darse por completo y ella con su mano en alto: no, por favor, olvídese) cuando ella ve con sus ojos y no con su deseo... bueno, pues ahí todo concluye. sin casi haber empezado. 

hubo un tiempo en el que cada uno esperaba las cartas del otro [o los emails, pongamos por caso]. cada uno ansiaba recibir esas noticias porque en ellas venía incluído un pedazo del otro, y como aún no se conocían bien, cada nuevo mensaje, cada nueva explicación era un indicio más de la existencia física del interlocutor, de su indudablemente bella personalidad, su inteligencia y sensibilidad, y sobre todo, su disponibilidad de escucha (la lectura) e infinita comprensión. porque lo que más anhelamos en esos intercambios, es ser comprendidos. escuchados y por qué no, esperados, deseados y quizás, queridos. 

ser es ser percibido. 

y ser percibido a través de la escritura, es una de las maneras más exquisitas, más sutiles y sobre todo, más engañosas de serlo. las palabras crean realidades en las que creemos con una fe ciega. 

la palabra escrita es el photoshop del alma. 

después está lo otro. y como diría el general...