viernes, marzo 22, 2019

veintinueve

lo peor de ser escritor es la creencia absurda [por parte de las personas que no lo son] de que cualquier historia que les ha ocurrido, cualquier anécdota es susceptible de ser relatada de manera literaria por el mero hecho de ser cierta en tanto que sucedió en la vida real, o puede ser probada materialmente.

nada más alejado de la realidad en la que nos movemos los escritores o los artistas en general en la que para nada importa que algo sea verdadero, lo único que importa es que sea verosímil, que el otro [el espectador, el lector, el observador] acepte el artificio de nuestro arte sin más. que pueda enseguida sentirse preso de esa red de sensaciones que provoca, no sé, un poema de mierda, un soneto pornográfico, un cuadro con una mujer reclinada sobre su silla plegable en una playa solitaria, manchas de colores amorosamente distribuidas en una tela, lo que fuere, preso en un sentido sensual, físico y  mental y que en ese instante la imagen, los colores, las palabras o alternativamente la imagen que se forma en la imaginación a través de las palabras, u otras imágenes que la imagen del cuadro o la fotografía, o los sonidos (¿se puede hablar de verosimilitud en la música?) evocan colme completamente el sentir y el pensar del espectador y lo lleve quizás a sentir y pensar cosas nuevas pero, digo, en definitiva que lo acepte y deje que esa obra lo penetre profundamente con todas las connotaciones que la palabra penetrar conlleva.

en definitiva que no pienso escribir todas las pavadas que estuvo contando esta chiquita ni las anécdotas de la fiesta de la mujer enmascarada.


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