lunes, marzo 25, 2019

treinta y uno

me dijo que iba a volver, la depresión, no sé cómo porque todo está bajo el control infalible de los medicamentos. de cualquier forma era cierto. volvió. o va y viene. en oleadas. mientras tanto las personas se acercan a contar sus situaciones. en realidad no se acercan: de repente están. como la sombra de un árbol proyectada en una pared, una sombra a la que nadie presta atención hasta que alguien, una persona de esas que tienen una sensibilidad apta para percibir las vibraciones más (¿cómo se dice, las de mayor frecuencia?) humanamente imperceptibles, digamos, la ve. 

la ve y de ella hace algo con entidad propia, con vida propia: una obra de arte. la sombra estaba,  nadie la veía. hasta que. 

el arte es una forma de conocer el mundo. es una manera de mirar. 

las personas me cuentan: mi marido hace trece años que es hemipléjico, tuve que hacerme cargo de tres niños pequeños apenas cumplí los 40 porque a él le dio un acv. o mi hijo está deprimido y sin trabajo y no puede cuidar de su hija. o cuando volví de dubai me quedaba en casa encerrada todo el día llorando, los chicos se iban al colegio, d. a trabajar y yo sola, pensando en que la depresión es la antesala del alzheimer. después están las historias de dentro de la familia. y así. 

bailé con una chiquita. ella me invitó. nunca deja de sorprenderme la enorme cantidad de energía que hay en el cuerpo de una mujer por diminuta que sea. energía sin testosterona, de una suavidad arrolladora, envolvente. la piel. el olor. son distintos a los de un hombre. energía femenina. vital. perfumada. cuánta dulzura en el cuerpo de una mujer de mi tamaño y de mis proporciones, delgada, quizás de caderas algo más estrechas. pero contundente y etérea al mismo tiempo. sus pechos son pequeños. la siento contra mí. sonríe cada vez que terminamos. su abrazo es cerrado y cálido. 

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