lunes, febrero 04, 2019

uno

soy una escritora consagrada.

no es un alarde. es un hecho: los críticos, el público, el mundo académico. las ventas, las reediciones e innumerables traducciones de cada una de mis novelas, mis intervenciones, los reportajes, las conferencias, todo cuanto acontece en torno a mi figura da cuenta de esa afirmación.

acabo de cumplir 50 años. mi cuerpo aún es joven [por cuánto tiempo]. tengo la piel todavía húmeda, consentida. el deseo intacto. la maternidad no me dejó heridas graves. tampoco el amor.

viajo tres o cuatro veces al año [preferiría que fueran menos] y estoy ausente uno o dos meses cada vez. puedo coquetear con las editoriales. también con los hombres. a veces, por qué no, con las mujeres.

sin embargo nada de eso me mantiene la atención lo suficientemente ocupada como para que pueda librarme de mis obsesiones más estúpidas. y como no sé hacer otra cosa que escribir [alguna vez quise dedicarme a la música, pensaba que podía ser compositora: nunca tuve las agallas suficientes, ni la imaginación necesaria para romper con ciertas estructuras, toda la música que escribí quedaba atrapada en esa medianía horrenda de los que no se atreven] decía, como no sé hacer otra cosa que escribir...

¿por qué siento la necesidad de explicarme? ¿para qué? ¿para quién? hb afirmó una vez --conferencia en la biblioteca nacional-- que nos mentimos salvajemente cuando decimos que no escribimos para los demás o que no nos importa lo que piensen. siempre se escribe para otro. aún en un caso como este: uno piensa que escribe para sí mismo. pero cuando nos releemos, en un momento posterior, no importa qué tan inmediato, ya somos otro. también explicó por qué prefería escribir en francés en lugar de hacerlo en español. dijo que el francés le parecía un idioma más íntimo o algo por el estilo y puso el ejemplo de la palabra pájaro: "cuando digo pájaro o pájaros en español, ese acento, esa sílaba pá... tan contundente, el pájaro se escapó, se fue volando. en cambio cuando en francés digo oiseau, o oiseaux, es casi un susurro, tengo que cerrar la boca, lo puedo observar de cerca, puedo tenerlo por un rato entre las manos antes de que emprenda vuelo" recuerdo que también hb dijo algo parecido acerca de la luna y la lune.

la sangrienta luna.

la observación directa. si bastara con la observación directa. cuando comencé a escribir no existían las redes sociales. no existía internet aunque sí las computadoras. las máquinas de escribir se encontraban en pleno proceso de extinción. yo escribía a mano, en una libretita (como la mayoría de los estudiantes de letras) había cierta emoción, una cuota de belleza en el el acto físico de tomar la lapicera, empujarla morosa por la superficie del papel, la discrepancia entre la velocidad de las ideas y la extrema lentitud de las manos, todo eso, todo eso era un ritual de amor. observar y escribir. escribir y observar: desde el mozo de la barra hasta el ciego cruzando la calle, las conversaciones robadas en la mesa de un bar o en el subte, la descripción de un amanecer o de una mujer hermosa o si no lo era la búsqueda de ese rasgo particular que la volvía hermosa, la voz de un hombre celoso, todos eran apuntes del natural.

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