jueves, octubre 26, 2017

86.

mi amigo más querido y compañero durante muchos años acaba de llamarme para decirme que se va de la empresa y tengo muchas ganas de llorar [en eso estoy]

basta de gente que se va.

me harta que la gente se vaya. todos se van. ariel y céline se fueron. alberto y virginia (pero regresaron). recuerdo cuando se fue adriana a vivir a brasil y protesté: no quiero que se vaya y g. me dijo, pero por qué te enojás si no la ves tan seguido. y yo: porque quiero que esté ahí para mí cuando yo la necesite. quiero saber que está. disponible para mí.

detesto las despedidas.

odio que mis hermanas estén viviendo en irlanda, que irene se haya ido y viva lejos, que juan pablo se haya ido, etc, etc, etc.

me cansa la distancia. y aunque lo disimulo bien las despedidas me agotan, cada separación es morir un poco. [termino evitándolas] y sin embargo las acepto [los caminos de cada persona son de cada persona] en general, nunca digo nada. simplemente me despido y ya. es un ejercicio al que estoy acostumbrada: no puedo pretender que la gente se quede quieta para satisfacer mis necesidades de cariño [soy egoísta y caprichosa pero no al punto de hacer una escena cada vez que alguien se va] y sé también que cuando vuelvo a encontrarme con esas personas que se fueron, siempre es como si la distancia no hubiera existido, como si el tiempo no hubiera pasado y nos hubiéramos visto ayer y las  conversaciones y el vínculo permanecen intactos y se reanudan de la manera más natural del mundo.

pero lo cierto es que a pesar de todo el estoicismo del que pueda hacer gala en el momento de la partida la verdad es que después extraño. me hago la distraída [no necesito nada de nadie] pero extraño horrores.




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