viernes, junio 09, 2017

16.

compro libros como si los recursos monetarios fueran inagotables. y lo que es peor: como si el tiempo que tengo para leerlos fuera inagotable. es lo mismo que estar acá en estas oficinas del diablo sentada durante horas que pienso en términos de lo que podría hacer en el piano, de lo que podría leer o cuánto podría bailar, dormir o cojer [en este último caso más que una cuestión de cantidad es de oportunidad: me parece criminal ocupar el horario de la siesta en resolver planillas de cálculo]. el problema es siempre pensar todo en términos de alternativas. costo de oportunidad se llama: es lo único que aprendemos en la universidad los economistas. eso y la noción de equilibrio general: la visión sistémica de las cosas. toco acá y se mueve allá porque existen infinitas sucesiones de causalidad. los engranajes del universo. todo simplificado en un sistema de ecuaciones que no sirven para nada. bueno. sirven para comprar los libros.

los libros son de historia del arte porque estuve dedicada a hacer un trabajo sobre arquitectura griega para el colegio: aprendí qué es un arquitrabe y un friso y que ambos junto con la cornisa son parte del entablamento. también cómo los griegos construían sus templos para guardar en su corazón oculto a la divinidad, en un espacio o cámara cerrado rodeado por fuera de columnas semejando un bosque. templos perípteros hexástilos con seis columnas al frente u octástilos cuando son ocho. aprendí que esos templos no estaban preparados para recibir a los fieles [como los del cristianismo] y de las relaciones matemáticas de proporcionalidad en la construcción. decidí que prefiero el órden dórico (bajito, ancho, achaparrado y elegante de todas formas) al jónico o corintio con sus pretenciosas hojas y volutas. lo mejor es que ahora me la paso detectando falsos capiteles griegos en mis caminatas por el microcentro o por mi barrio (ayer, yendo a la milonga, unas columnitas bajo un balcón con sus rulitos jónicos me hicieron sonreír). 

siempre me gustó el arte como una manifestación de lo que los hombres pueden hacer cuando dejan a un lado su violencia y su primitivismo. como una muestra del amor, el ingenio, y la belleza de que son capaces. como una manera de desafiar el hecho ineluctable de la muerte. acá estoy. vení llevame cuando quieras porque esto que soy capaz de producir y morirá conmigo y no cumple ningún otro fin que la de crear belleza, emoción, o bienestar, esto es mío y quién me quita lo bailado.

escribir esto es mi manifestación de hoy. 

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