lunes, diciembre 12, 2016

llevé la computadora el fin de semana porque: voy a escribir seguro.
pero no.

la casa llena de jazmines y magnolias. esos olores del verano: pasto cortado, los palitos del pino lloviendo en continuado sobre la galería. desde mi habitación veo la araucaria. le faltan algunas ramas a su majestuosidad maltrecha. pero ahí erguida dice: estuve antes, voy a estar después. podría morir tirada en esa cama, o sobre el césped blando, después de ser feliz un rato con mis hijos, con g., en el agua.

los libros fueron y vinieron también, aunque terminé de leer a pavese. no lo entendí. una mujer, mujeres entre mujeres [habla de "hacer el amor", qué estupidez, aunque no sé si es la traducción] la independencia, un suicidio. no sé. sé que lo voy a olvidar pronto.

volví a nadar: eso es el verano. respirar hondo y largar el aire por la nariz debajo del agua, el corazón: hola, sigo latiendo ¿estás agitada?. quise nadar veinte minutos sin parar. no pude, obvio. el verano pasado podía.

es también salir en bicicleta por la mañana para comprar un diario que no voy a leer, pájaros conversando desde las 4 am. y los mosquitos que a mí no me pican y persiguen a los de sangre dulce.

pienso que va a ser tan corto este verano y con los últimos vestigios de niñez trepándose a los árboles. [le dije a e.: bajá inmediatamente de ahí, no ves que vas a romper una rama?]




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