lunes, noviembre 07, 2016

el color de la luz de sodio es amarillo

hoy sí vine dispuesta a hacer todo prolijamente.

pero es inevitable: hay un horario de la tarde en el pierdo toda esperanza de concentración e infrinjo. el otro día un soneto, o varios, cuanto más tedioso es el trabajo, más ganas me dan de ponerme a escribir. el domingo [ayer, durante la cena] le digo a ezequiel que lo entiendo: estar en la escuela, obligado a permanecer quieto en un lugar, en silencio, escuchando explicaciones de algo que no le interesa. yo igual. y ni siquiera está bien visto decir: esto no. NO ME GUSTA. ¿por qué no podemos decir qué nos gusta y qué no?

igual me dejo de joder cuando hablo con otra mujer de mi edad que está aterrada también por perder el trabajo: en el zaguán de su casa exponemos el caso de personas de nuestra generación que trabajan en multinacionales y saben que, de alguna manera, a los cuarenta y pico se termina todo: te rajan a la mierda y chau.

ya es de noche y los chicos nos piden que dejemos de hablar.

...

los poemas de laura wittner son un descubrimiento maravilloso.
por ejemplo:

creo que si ponemos
una lámpara de sodio
en el centro de esta pieza oscura
acá en el piso, digo, y vos de un lado
y yo del otro, un día, en unos años
nos explicamos todo
despacio, con algunas palabras
que alcancen sin sobrar
el rato que haga falta
que entonces así, tal vez
el amarillo
como único núcleo
calmante pero sólido
nos deje poner orden
en todo este bigbang.

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