viernes, octubre 14, 2016

la noche. mi teclado nuevo. el anterior (el piano de juguete) con el libro de jazz en el atril: el ciclo de las quintas y el intento inútil de memorizar todos esos enlaces de acordes. no paso de cinco o seis tonalidades. no obstante descubrir que a todos los acordes se les puede agregar una séptima (menor o mayor) es fantástico. es como si tuvieran nuevas dimensiones. supongo que ya lo sabía, debo haberlo estudiado y debo haberme maravillado hace años con estas relaciones matemáticas.

los dos días de oficina desde que volví fueron vacuos. como todo en general. excepto mis hijos y lo que dijo lucas cuando llegamos con pocas palabras con (dos puntos, no encuentro los dos puntos en el teclado)

mamá, fue un gran viaje.

sonrío cuando lo escribo porque sé que es algo que está bien. se siente bien en el corazón y en la cabeza.

excepto mis intentos de recomposición matrimonial. 

tendría que haber ido a correr hoy. fui el martes, el mismo día del regreso. las piernas me pedían andar. salí al parque centenario. los árboles en flor. y yo corriendo envuelta en el perfume de los paraísos y los tilos. mi propio olor corporal mezclándose en el aire. seis kilometros o siete. no sé.

hoy hablé con l. me pregunta cómo estoy con el trabajo nuevo. le contesto que no sé. no sé cómo estoy con el trabajo ni con mi vida. necesito que el trabajo se vuelva una ocupación que me deje sometida sin otra energía que esa. pero no me alcanza. entonces hablo con una chica que escribe y le digo que me envíe sus cuentos así los leo y los comento porque si no voy a escribir yo por lo menos que escriban los demás y yo sea parte de esa escritura. leí los cuentos. están bien. les falta terminación. me lo habían advertido.

ahora tengo ganas de fumar. de cojer tenía ganas anoche.

no puedo leer la novela de joyce carol oates. no llego a concentrarme por más de una página.

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