martes, febrero 16, 2016

estuve escribiendo en mi cabeza todos estos días, más bien tomando notas, de las veredas por las que pasé corriendo, por ejemplo, del olor del mar, de sus sonidos, del sabor del viento. estuve deseando que llegara el momento de sentarme a traducir las impresiones. cuando ese momento se materializa --o lo busco-- por supuesto, son las palabras las que no llegan.

entonces tengo que esforzarme para que se produzca el acto de escribir, porque necesito que se cumpla en mí ese don.

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ayer llegamos a buenos aires luego de atravesar esos caminos verdes y ondulados de nuestro oriente próximo, luego de cruzar los puentes por sobre los ríos, luego de los días que pasamos bajo un sol benevolente con el que acá, en las pampas, no queremos saber nada porque nos sofoca. llegar sin luz es una profecía cumplida, los atavismos de esta capital (que no haya luz, que los veranos sean un infierno pegajoso en el que todos nos odiamos, que las calles estén vacías) no nos sorprenden. puedo subir los 10 pisos en tiempos mejorados porque mis piernas están en un momento bueno. así también mi cuerpo que se ha vuelto a despertar para felicidad de otros cuerpos que de él se benefician.

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