lunes, agosto 09, 2010

las uñas rojo sangre

un poco desprolijas, la falta de costumbre, quizás, ahora sos como una señora grande con las manos de colores. la bebé en una cajita de cristal que ya no es el vientre cálido y oscuro sino una espera que no se termina y una mamá sola, extrañando, por ahí: en otra flor de la ciudad, en otro momento.

todos duermen y se acabó el chocolate. no sé qué morbosidad espantosa me detiene a contemplar las fotos de un hombre colgado cabeza abajo. muerto.

perdí el libro de nabokov apenas comenzado, no puedo encontrarlo como no puedo encontrar una solución al problema del quehacer. sé qué está en algún lugar porque no puede haberse desmaterializado de un día para el otro, pero mientras una y otra cosa y otra me distraen y es probable que sólo aprezca cuando ya no me interese.

la pluma azul erguida en su soporte, el tintero desmayado, una lechuza cebra mirando hacia los libros: así es este instante en el que escribo porque la noche es muy inmensa, muy callada.

...

la una. ya! la anticipación del cansancio de mañana, correr con los niños para no llegar tarde al colegio (la ropa ya la preparé, las mochilas ya las preparé, la nota a la maestra diciendo: me preocupa, la mesa para el desayuno ya la preparé, ya dí otra capa de barniz) para no llegar tarde a la oficina y guardar un poco en el bolsillo el insulto pero dejarlo estallar ante quien no corresponde, quejarme por trivialidades y oirme quejándome por trivialidades, verme, sentirme fastidiada con mi deredor y con mí misma por no hallar, aún, esa respuesta que me debo.

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