jueves, diciembre 24, 2009

antes --no sabía yo que podía correr tanto-- caminaba cerca de la orilla, los pies mojados, la mirada perdida en el agua. este año tal vez por alguna estúpida moda deportiva, por no querer creer que pasa el tiempo o simplemente porque se me dio la gana (mi hermana me obligó a levantarme temprano y a correr en la arena exactamente dos veces y luego, si bien no pude abandonar la cama sino para ir a tomar el desayuno de jugo de naranjas frutas y tortas con vestigios de chocolate, me fui por las tardes) cambié la contemplación extática por una inexplicable compulsión al movimiento. no podía durar menos de media hora exacta y el cuerpo se me hacía de viento contra el viento y al volver después de emborrachar a los pulmones, la otra sensación de saberme empujada como por una enorme mano --¿de dios?-- y el murmullo en los oídos ¡vamos!.

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los niños son de arena y yo de viento. gustavo es de agua.

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le digo a irene (que ahora es de nieve) algo sobre una cita de pd james, que tiene que leerla. hablamos de la soledad, de los niños en camino, de los niños que ya llegaron, del frío, de la maternidad. ella está en un pais de montañas y lagos.

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