nada hay más absurdo que este ir e ir sin movimiento que es mi letra.
con guillermo, después del concierto nos vamos a un café, algo resistidamente de mi parte --vos sabés: los niños, el marido, la familia-- y por fin me suelto del apuro y conversamos de cuestiones del pasado musical, de pianos con violines, de la vida más o menos complicada y qué le vas a hacer.
pregúntame y sonrisa que por qué no escribo ya. no sé. no puedo. ni siquiera tengo antojos de leer que es lo que más preocúpame: la pérdida del escondrijo, no poder escabullirme, haberse desaparecido un poco esa parte enorme de mi cotidiano.
(a modo de consuelo me prometo: lo que tenés tenés --tengo, tengo-- y eso no se destruye. espero)
...
anoche sí, entre tango y tango con el taco fino disimulo la incipiente grasa acumulada en la cadera. firuleta. los aros como único disfraz algo habrán hecho. la ley es: tómame como estoy y como soy, no quiero recrearme, no quiero convertirme en el invento de lo femenino ni en la reina de la noche. mujeres hay bellísimas y mucho a golpe de ojo, sin esfuerzo --o bellas de belleza absoluta, si tal cosa existe, si tal cosa es enunciable-- a mí, hay que buscarme un poco, embargalarme, por ponerlo así.
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los números no agobian pero aburren.
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los chicos se enferman, de dolencias varias. esa responsabilidad es, sí, irrenunciable y cansa un poco la no postergación, lo no posible.
2 Comments:
no tener antojos de leer pero tener tener, lo importante, anteojos de leer. por las dudas.
treinta y tres!
tengo anteojos de leer pero nunca los uso. será por eso que no quiero leer? es decir, no leo porque no uso los anteojos o no uso los anteojos porque no leo?
algo que trae resonancias de:
en el principio... fue el huevo o la gallinez?
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