miércoles, abril 12, 2006

pasajera la postal que recibí, desde finlandia from someone who simply watches sonw falling, me recuerda la vastedad del mundo. no es que hagan falta siempre esas señales misteriosas e inesperadas, pero bienvenidas sean, bienvenidas por el despertarme del ensueño circular de lo cotidiano. por hacerme saber que la existencia (la mía, la de otros) se da en variadas formas, y que cada uno, cada cosa, resulta indescifrable.

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se conversa cerca de un espejo, una persona que hace las preguntas, otra que las responde, no a regañadientes pero sí con cierta calculada reserva, con un no sé si quiero revelarme por completo, a qué tanta curiosidad. después hay la respiración, desencontrada.

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y caminar y caminar y caminar. dejé el libro pesado en el cajón porque cuando la marcha se alarga cada papelito es una tonelada. busqué otro.

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le digo que puede ir a san francisco cuando quiera, que seguramente debe ser una de las ciudades más interesantes de los estados unidos, que por favor no se endeude para viajar. ya voy a confeccionar la correspondiente lista de encargos (libros y... libros, que por supuesto serán leidos en alguna ínfima proporción).

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después del café, también cerca de un espejo, que si te enteraste. ¿de eso? algo sabía. te das cuenta, la infidelidad. que sí, que puede perdonarse, que de eso nadie, pero nadie queda exento y que a veces esas cosas no se eligen --en el sentido en que uno puede elegir comerse una pera o una mandarina--. pero. entonces llegamos a ese punto en la conversación que podría llamarse el de la relatividad absoluta o la casuística. recuerdo otra en la que alguien afirmaba que perdonaría y otra persona insistía ¿seguro?. bueno, seguro. igual la conclusión resaltó la hijaputez (y tontería) de la persona imputada y la situación precaria, en alguna medida, de los damnificados.

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