viernes, abril 07, 2006

cuando preguntados por las causas de la actividad escrituraria muchos responden: escribo porque tengo algo que decir.

yo, por ejemplo, no tengo nada que decir.

escribo igual para decir que escribo un poco, que no es lo mismo que realmente escribir (o su intención, que en algún momento tuve), para mantener el contacto aunque más no sea un gesto físico desde la yema de los dedos --veo ahora la imagen de Dios en la capilla sixtina, los dedos apenas rozándose... o creo que ya separados, un instante después de la vida concedida al hombre--, como otra pequeña e inútil proliferación de esto que existo. no ya con esa voluntad tremenda de manifestarme. digamos, escribo como quien se tira un pedo. porque sí, sin plan ni premeditación (antes sí lo planeaba, lo esperaba, pensaba todo el tiempo en ello). y ahora no es que no pueda evitarlo: es que no quiero evitarlo por prescindible que sea.

(esto es lo que sucede cuando la imaginación se estanca: se habla de posibilidades, de incertezas)

antes, cuando mamá estaba al borde de morir, por caso, sentía el gran apremio del recuerdo, de la documentación. confiaba en el poder de la palabra. creía que con eso anticipaba el duelo, que aceptaba su partida y a la vez la demoraba en la escritura. me engañaba, por supuesto, porque jamás conocemos el verdadero duelo hasta que no se nos presenta. y eso Duelo lo hace por sí mismo, sin previo aviso y con absoluta independencia de fechas, acontecimientos, etcéteras. además, tampoco retenía su presencia en mi fanático escribir, apenas la evocaba, como podría hacerlo ahora.

antes, cuando por cada mínimo acontecimiento (la caída de una hoja, los árboles doblados por el viento, una música, las manos, cualquier cosa, besos robados, un poema, la distancia) un remolino de perplejidades se agitaba, todo era suceptible de ser dicho.

antes, cada vez que las razones del cuerpo irrumpían, la sangre, un embarazo, los pelos de las piernas bajo la parafernalia filosa del acero inoxidable, el flujo blando, blanco, el agua en el instante del placer, olores (otros) innombrables, corría el pensamiento en forma de escritura: en el momento pensaba en escribirlo y cuando escribía pensaba en el momento. y así todo. y escribir era la pertinaz desesperanza de querer apresar la percepción.

y ahora --hoy-- ahora no sé.

2 Comments:

Anonymous Anónimo opina lo siguiente:

Lindo no saber.
Bah, en realidad no sé.

10:10 a.m.  
Anonymous Anónimo opina lo siguiente:

No es sencillo el asunto y ni siquiera estoy convencido de que haya un modo (o tres o seis) de entender el fenómeno. Por lo pronto, así como lo ponés, parece la muerte de la pasión, y sabés qué? las pasiones no mueren sino con uno mismo (y a veces ni siquiera), a lo sumo se echan una siesta porque necesitan soñar. El sueño es el metabolismo del pensamiento, no? Pongamos que sí, es tirarte el pedo, por decirlo así, el pedo liberador. Son pausas. Así, a primera sangre, se me ocurre que por las cosas que te han pasado en el último tiempo, te estaban escribiendo a vos y quizá lo que estés esperando es a que termine esa etapa para empezar a hacerlo vos.
Seh, seh, un choclo, pero para no mandarte mail. Beso y buen finde.

12:40 p.m.  

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