martes, marzo 28, 2006

qué de la intolerancia y no escucharse. hoy, carajo, me dejé sobre la mesa el libro que por primera vez en largo tiempo tenía acaparada mi amable atención. se trata de un libro que intenta, tal vez desde una perspectiva que por momentos no alcanzo a compartir del todo aunque eso no es lo importante, hacer una auto crítica, o una crítica, a secas (entendido el término como un acto para llegar al conocimiento de las condiciones de posibilidad, etc, etc). se habla de los hechos tantas y tan repetidas veces como si hubiera caido un meteorito de manera absolutamente aleatoria. aceptar la no aleatoriedad de un hecho no es validarlo: es entender que para que algo suceda una cadena de acontecimientos, más bien, una compleja (y a veces no lineal ni fácilmente explicable) cadena de acontecimientos se sucedió hasta llegar al hecho en cuestión. yo quiero entender y me hago preguntas y tengo muy claro el carácter imperdonable y aberrante de las cosas... y lo tengo ex-ante, de manera instintiva tal vez, hay algo visceral que me dice: esto no. no puedo, de ninguna manera racionalizar determinadas cosas. creía, tontamente, que mi incapacidad era sinónimo de puerilidad, de cierto infantilismo o de una ingenuidad imperdonable en una persona que se supone "piensa" (o intenta hacerlo). qué bien cuadra a veces leer de otros que hacen de ese ejercicio el pan de cada día una idea que dispare otras, que desafíe todo preconcepto, que apele de tal forma las construcciones dentro de las cuales nos encontrábamos atrinchedaros que de repente nos haga sentir indefensos, pero libres.

hablo con alguien y quiero compartirle mi preocupación. pero no escucha, será el cansancio, las miles de horas de vuelo acumuladas, hace no sé qué comentario y terminamos en banalidades, en las banalidades de lo cotidiano.

hay cosas y cositas que dan bronca. o generan reacciones. y ya sabemos de dónde y a qué lugar van a parar las reacciones o por lo menos cómo hemos educado la voluntad para que no sea esclava de las reacciones. aunque parece que la voluntad no aprende.

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