lunes, noviembre 14, 2005

haberte despedido tantas veces (tantas veces antes del momento, cuando el momento era otro y no era ahora). haberte despedido tantas veces y recién en estos días comenzar a no querer aceptar lo que tan canchera en su hora declaré: yo me la banco, y qué. entonces no hice nunca la rabieta, ya que lo pienso, ni el pataleo recio. debería, quizás, para decirme sí: también yo me pongo embroncada, me da un sueño apocalíptico y si los chicos se despiertan antes de la hora esperada (o deseada por los atiborrados padres) no hay paciencia que me asista, se tienen que aguantar el huracán ciruela con su furia hormonal, los pelos parados, la cara de bruja, ma, ma, má, dejate de joder, quedate quieto por favor no ves que quiero dormir.

la madre, la madre, la madre.

los veinteañeros de la casa la sufren de ausencia y el marido viudo se la pasa todo el día en su rotundo lloriquear de cuarto en cuarto. igual, de familia somos alegres por naturaleza, razón suficiente para no respetarse el duelo cada uno. mala razón, en realidad, porque el duelo irrumpe lo mismo y el llanto prorrumpe alborotado junto con el malhumor y el escepticismo general y nada te viene bien en ningún momento. no-sé-qué-me-pasa resulta bastante habitual. el chico, por ejemplo, trata mal a la novia sin motivos aparentes, la más chica se emborracha cada vez que puede, las mujeres más grandes se deprimen a escondidas y después arremeten con lo que les queda --eso las mamás con crías. la otra niega el deseo de que alguien, por fin, le haga los hijos. no le interesa, dice, porque no quiere sufrir y ella está muy bien solita--.

de sol, no demasiado, el cansancio es tan enorme que te tira de los párpados y se te desbarranca el sueño. quedaron en algún lado las cartas de abelardo y heloísa, la historia calamitatum, uno de los dos o tres libros que acometí fallida esta semana.

también hubo un lagrimear los otros días con las últimas páginas de lady chatterley. vos llorás porque se termina, nomás. me acusa alguien por ahí. no sé, tal vez sí, soy un puñado de mariconadas. es que constance no estaba tan irremediablemente loca como la bovary y al tipo lo quiere con el corazón y con el útero y hay un final semi-feliz rebosante (o es rebozante?) de esperanzas y cariños. por eso habré llorado, de puro novelera, que veo todo tan como la noche que si leo/oigo/me entero/me dicen una cosa linda, me emociono.

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