miércoles, agosto 03, 2005

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a la madrugada le venía el pis, el pis a mares, dorado y tibio cuando prorrumpía, helado, negro al apagarse el sueño. vergonzoso. siguió durante tanto, pero tanto tiempo que ella ya era casi una mujer y todavía el pis servido en jarras le corría hacia los sures del cuerpo. así, las sábanas se transformaban en difíciles pruebas de paciencia, en un montículo de algodón mojado, en mojada y absurda cómotravezticistencima humillación.

(pero no importa, me decía, no importa mi amor, no te preocupes).

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