jueves, julio 28, 2005

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llevaba en un bolsillo el librito de los niños que vieron a la virgen, ante quienes se apareció envuelta en luces. la abuela se lo había dado. la abuela mamá de la que hoy es abuela y es mamá de otras mamás con crías. la que dijo al ver una almohada bajo el vestido de la nieta que jugaba a estar preñada: para eso hace falta comer pan. mucho pan.

el librito era leído con mística avidez por esa misma nieta. transcurría la época en que dios se había vuelto real y gigantesco, un poco lóbrego. los falsos remordimientos acuciaban como dolor de panza, venían los pensamientos malos o prohibidos. se quedaban, molestaban.

pero antes del librito, cuando todo eso no existía --la culpa sobrevolando la noche, la conciencia de la conciencia-- cuando dios no era más que flores blancas de cuyas corolas se tironeaba para apurar el nacimiento, o tomates impacientemente esperados por las pequeñas testigas desde una sillita en el jardín, antes del librito entonces, había besos muchos en la boca, caramelos pegoteados de baba, labios húmedos, todo por encima de la pared lindera, subidas a un banco, a una escalera las nenas de una y otra casa, besos besos besos, que cuando supo la mamá, fueron negados.

luego hubieron coscorrones y llantos.

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