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encuentro una voz para que te encuentres, para que digas, para que te embronques y perdones cuanto quieras, cuanto te sea necesario.
una voz como un haz, o como el eco escondido en los caracolitos vacíos que sufren y se alegran con los manotazos del nieterío, que encierran los diminutos secretos de los mares gigantescos, de tu abolengo de navegados, de tus no me acuerdos.
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