jueves, noviembre 04, 2004

Ante la falta de iniciativa para decir algo mejor que lo que voy a decir, procederé a redundar a la naturaleza mediante la artificiosidad de la palabra.

“Llueve”.

No más poesía por hoy. Pasemos a otro tema.

Una hora estuve más o menos con un ejemplar de una magazine littéraire de noviembre 1998, que traía un dossier dedicado a Spinoza. Ni siquiera recordaba que la tenía, como sucede con la mayoría las “cosas” que esperan por ahí, adormecidas bajo el polvo. Polvo, eso, en los brazos y en la cartera, ¿de dónde habrá salido? --eso fue ayer--.

Entonces. Por qué “entonces”.

Paso de uno nada a otra, de un autor a otro, de un libro a otro, de la magazine littéraire a la aventura de la historia al diario de poesía, de una hojita de libreta a una de cuaderno, de un poema a un cuento, de una idea a una palabra, sin nunca verdaderamente anclar en ningún balde (como si eso fuera posible) y así con todo,
fragmentada
y/o
sub-
dividida
com-
par-
timentada.

No sé a cuento de qué había leído alguna cosa sobre eso de la aceptación de la inexistencia de la libertad. La fascinación morbosa del mar bajo mis pies y pensar: cuánto tiempo necesitaría el mar para tomarme por entero. Para hacerme desaparece, para dejarme ir. Y no por no querer vivir, al contrario. Creo que más bien por volverme parte de eso que no podemos explicar, por ganas nomás, de ser océano. ¿Qué diferencia habría entonces, entre la arena y yo, si me llevara el mar? ¿Qué diferencia hay? Ninguna.

There it was before her – life. Life: she thought but she did not finish her thought. She took a look at life, for she had a clear sense of it there, something real, something private, which she shared neither with her children nor with her husband. (V. Woolf, To the lighthouse).

Ni con nadie, porque la experiencia de la vida es incompartible, ese horror que provoca saber que en un segundo ¿qué?, esa necesidad de trascender, de ser en otro, la sensación de omnipotencia: yo soy vida, yo di vida, yo soy el alimento de.

Hoy, en lugar de una chica Almodóvar quisiera ser V. Woolf. Aunque creo que estoy mucho más cerca de Victoria Abril que de Virginia Woolf. Y con eso te digo todo.

En fin, me voy a tomar la merienda.

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