lunes, octubre 11, 2004

Otro yo dice Algo Pasa. Yo: ¿Pasa algo?

Yo cree en el libre albedrío. Se lo dice a Otro Yo –escéptico, prefiere divertirse– y lo repite-repetidas veces un poco para convencerse, un poco para escapar al estado de pseudo angustia que le provoca la idea de... ¿de qué? ¿Determinismo? Es absurdo, piensa, dado que el libre albedrío no excluye al determinismo causal, de hecho, sería imposible si no existiera: ¿qué sentido tendría poder tomar decisiones, elegir, si no tuviéramos la más puta idea de cuáles podrían ser sus consecuencias? Sabemos, más o menos lo que acontecerá si tiramos una cebolla cortada en rebanadas dentro del aceite hirviendo, y dado que lo sabemos, picamos cebolla alegremente, la rehogamos en el aceite, y adentro. Yo adora domesticar cebollas, verlas transformarse en tela delicada, translúcida habiéndolas conocido salvajes e irrespetuosas. Por supuesto que luego de hacer una determinada cosa, las posibilidades de hacer otra se acotan y así se va tejiendo una bufanda, digamos, en lugar de un pullóver (el problema en la vida es que destejer a la Penélope, no está permitido).

Hubo, piensa, una confusión entre predestinación y determinismo. De todas maneras ese tipo de cuestiones aunque no ociosas, son, por lo menos, demasiado complicadas como para dedicarles más de unos minutos de su amable atención. Yo ha elegido creer en el quehacer vital, en el frasco que hay que llenar, la búsqueda-invención del sentido, en fin, si no toda, parte de la cantinela existencialista –todo muy de café y elaboración casera, por supuesto-. Yo se banca (o hace de cuenta que) la idea de la nada que viene después. Dice: vivir tan intensamente como se pueda. Recuerda que alguien en algún lado anotó una frase de AC “Live to the point of tears”, algo así como apretar bien la naranja para que le salga hasta la última gota. Eso. Hasta la última gota. Lo que no necesariamente implica que haya que beberse la vida de un solo golpe y quedar atragantado.

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