jueves, diciembre 11, 2003

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Wonderful fact to reflect upon, that every human creature is constituted to be that profound secret and mystery to every other. A solemn consideration, when enter a great city by night, that every one of those darkly clustered houses encloses its own secret; that every room in every one of them encloses its own secret; that every beating heart in the hundreds of thousands of breasts there, is, if some of its imaginings, a secret to the heart nearest it!

-Charles Dickens- Tale of Two Cities


A falta de la cita sobre el mar, a falta del pasaje donde Madame Defarge teje incansable un nombre tras otro de cada uno de los traidores que a su taberna se acercan, por qué no el comienzo del segundo capítulo del gran culebrón victoriano, como dicen algunos por ahí. Y todo porque alguien mencionó esa manera de escribir al crochet o mejor, con dos agujas, donde punto tras punto las palabras se enredan, se acoplan y se mezclan de manera tal que casi no pueden distinguirse unas de otras y hay que leer el todo sin buscar significados, hay que escuchar con atención la música del texto y lo demás. Lo demás viene por añadidura, en la segunda, la tercera o la cuarta lectura. Y tal vez sean esos textos tan arcanos como ingresar a una ciudad a oscuras, apenas percibiendo las sombras tras las que se oculta la vida y que sólo nos es dada a intuir o adivinar (en el mejor de los casos) tras una especie de exégesis empedernida que bien vale el esfuerzo.

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