martes, diciembre 02, 2003

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Estoy intentando leer a Virginia Woolf, To the lighthouse, no sé por cuánto tiempo voy a poder seguir esta novela (el proyecto de una falacia compartida me espera en algún lado). Pero por el momento puedo pensar, si quiero, y recordar.

Mirar el mar y permitir que la fascinación que ejerce sobre mí me lleve al deseo (caprichoso) de que me devore por completo. Cuánto tiempo necesita el mar para hacerme desaparecer, es un pensamiento recurrente, que nada tiene que ver con ningún instinto suicida, sino que está relacionado con lo tangible de lo efímero (mi cuerpo) confrontado con la apariencia eterna del agua que lame las piedras. La piedra y yo, después de todo, estamos hechas de la misma sustancia ¿qué sómos ella y yo en el tiempo?

Ahora intento recordar una cita ¿cuál? que alguna vez marqué en Tale of two cities, acerca del mar, acerca de la fuerza demoledora de su presencia. Pero. No me la sé. Ergo: debo esperar a tener el libro entre mis manos y copiarla en un bartlerbynezco acto de felonía. Carita Juosten también escribe cosas, miles, maravillosas, sobre el mar, sobre los caracoles.

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