la dicha en movimiento
descubrir que en la panadería de la esquina de casa hay rosquitas españolas (esas que son como de nubes crujientes vestidas de azúcar).
visitar el jardín botánico y pasear por los senderos rojos mientras las estatuas nos miran de reojo, esperando que nos retiremos, que la luz desaparezca para dar lugar a sus hábitos nocturnos. los niños creen --les explico muy seria-- que realmente viven cuando cae la noche, que es posible que mercurio se vaya volando o que la loba se canse de alimentar a rómulo y remo y estos prorrumpan en sollozos. además, lo confirma el guardia a la salida.
correr de un lado al otro del puente de madera en la ciudad brumosa.
ver películas que me hagan reir a carcajadas (o mandíbula batiente, por repetir algo que alguna vez ya dije).