...
Hablo con alguien –porque también se puede hablar con las cosas aunque éstas no siempre nos respondan- que me informa: fui a ver la Pasión de Cristo, no sabés, el tipo que trabaja en la película está igualito. ¿Igualito a quién?, pregunto. ¿A quién va a ser? Igualito a Jesús.
Ah bueno. Digo yo, por la forma en que habla parecería que esta persona conoce a Jesús desde que nació (Jesús, no mi amiga). Y no puedo dejar de pensar en lo absurda que es esa imagen occidental que ella (y mucha gente) conserva grabada a fuego en su cabeza o en su imaginario.
¿Te fijaste que a Jesús nunca lo eligen con cara de judío? le pregunto. Es verdad, tenés razón, admite.
Amén.