miércoles, mayo 13, 2009

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otro ínfimo accidente: pincharme la uña --en realidad no la uña sino el espacio entre ésta y la yema, tampoco se trata del espacio (¿cómo se pincha el vacío?), más bien la carne-- con una aguja mientras coso el dobladillo del pantalón de gimnasia de mi hijo menor. queda desparejo y azul. mis pantalones, par contre, son largos y se saludan con el suelo.

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me obligo a escribir, aunque sea nada más acerca de recortar los bordes de la ropa, de agujas e hilos. me obligo porque alguna vez brotaba y ahora soy mis piernas corriendo a ningún lado, increíblemente ya sin buscar nada. antes, improviso, el miedo era buscar y no encontrar. ahora no hay miedo --miedo=angustia--. no hay búsqueda. un mero y obstinado hacer y algunos trastabillos, como por ejemplo una discusión con la alta y desprestigiada jefatura, el cansancio de todas las horas llenas con trabajo y tareas que cumplir sin que se sepa demasiado bien para qué, los vestigios y reberverancias del deseo dormido que, en ecos lejanos me recuerda la fuerza arrolladora de otras veces.

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hoy leí algo chistoso de juan josé becerra, algo de un tal castellanos que se la come doblada. en realidad lo gracioso era el tono del texto un poco monótono y de lenta cadencia entonces: zácate! aprecen frases con alusiones sexuales estridentes pero sin disonancias que me hilaran un poco (hilaran del verbo hilarar y no de hilar, aclaro, por lo de los hilos).

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además del frío que por fin llega hay en estos días sentimientos antiguos y pueriles. sentimientos que conozco bien en su repetición. sentimientos que aparecen y de los que no puedo prescindir (está en mi constitución del sentir, malhereusement como quiera que se escriba) aunque la razón indique realidades que los contradicen. por ejemplo: soyfeanadiemequierenotengosentidoetcétera. no se trata de eso exactamente --es decir, nada tienen que ver con cuestiones asociadas a mi cuerpo y sus diferentes manifestaciones-- pero vale como muestra de minusvalía congénita y pelotuda que, por suerte y por la constancia en las sesiones semanales, tembién pasa.

primero: un buen sacudón. luego la siesta. por fin, jugar con los niños, tomar la merienda.

lunes, mayo 04, 2009

como un chocolate rayado igual que una cebra que fuera de color chocolate.

en el útero, la revolución de la pared descascarada.

el pelo horrible y con una flor roja (del color de la sangre de más abajo). muchas ganas de hablar de libros. o de un libro en particular.

en la mano, la huella del cuchillo: sangre, también, brotando como llanto nuevo, agua, sangre, palabrotas. después: dolor agudo y soy toda yo mi dedo índice, la punta de mi mano izquierda desfalleciendo de dolor y punzaciones. no queda otra que cerrar los ojos, recostada, no queda otra que el detenimiento. la naranja, a medio cortar, se guarda indiferente el jugo para otro momento. los niños me preguntan si estoy bien, un poco impresionados por el susto, por la sangre y por mi manera infantil de sollozar.

sábado, mayo 02, 2009

es sábado de noche, una película espera mientras otra termina.

hace días y días y días que no he venido aquí a escribir. el silencio de esta hoja verde es inversamente proporcional al ajetreo en el que vivo.

el viernes, se habla de la fascinación producida por la lectura de cortázar. alguien lo menciona. escucho y me vuelvo infantil: toda llena de entusiasmo. me doy cuenta de que lo único que leo últimamente son los diarios, los informes de contratos, de mercado xx, de estrategia xy. me doy cuenta que por y para continuar leyendo y proclamando esos informes fútiles es que me armé una apología de mi misma destinada a ser esgrimida ante quienes tengan alguna duda respecto de quién-soy-yo y cuál-es-mi-responsabilidad.

quién soy yo.

cuál es mi responsabilidad.

es por eso, quizá, que cuando escucho el nombre de cortázar, cuando recuerdo la avidez de mis lecturas de antaño, la manera en que me aislaba durante interminables horas y horas con proust o dostoievsky, con rayuela, con borges con unos y con otros, la forma en que me anticipaba, etc, me asombro de mí misma y de lo mucho y pendular que es el deseo. ¿pero qué es lo que hoy deseo?

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pasan así los libros y los enamoramientos, mi piel ya no es tan joven, mis lunares miles. entonces un día vuelvo a soñar con un abrazo, con parecer niña, con ser el objeto de todos los desvelos, la inspiración de los poetas, el agua que se bebe con desesperación, la fruta roja desgranada en el calor de la boca.

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