lunes, diciembre 19, 2005

regresar y no regresar nunca

queda la piel en la sal del aire
en la enorme abigarrada historia que se lee
queda un poco del tiempo sin cesar caminador de bordes
(otra vez y muchas otras veces)
los desnudos pies
dorándose de arena
mientras un peatón
descansa fijo y blanco
sobre el cuadradito negro del tablero de ajedrez,
o espera.
espera el dedo que le avance un poco,
(apenasmente)
el tranco.

queda el sol pegado fiero a los lunares
la nariz de pecas
nunca vistas
nervios en el modo inevitable del regreso
las palabras acudiendo en lenta
(demasiado lenta)
sucesión:
como dormir todavía en mitad de la mañana
cuando la hora se dejó ya demasiado lejos
(la del sueño)
y no hay permiso, no,
para acunar al cuerpo.


entre la nada y la pena

!

yo quiero vivir también,
se oye a la célula.
lo dice sin fervor, pero lo dice al fin.

no entiende de lo otro
y se repite
y se autoproclama.

(allá en lo oscuro
está tu alma
que no es alma
sólo mi deseo
mi desearía que
por qué habraste ido tan temprano,
tan sin
porque sí)

sábado, diciembre 17, 2005

y en el sueño alguien le cuenta que sí, que en verdad tuvo miedo, el miedo de encontrarse a solas en una isla que no es una isla donde el agua viene y todo se lo lleva, como las manitos justo apenas sobre la superficie azul y los gritos ahogados detras de un vidrio cargado de vapor espeso, que no se oyen, no se oyen, no se oyen.

en cambio, las voces de las pesadillas parecen más o menos silenciosas, más o menos ásperas (y cuántas piedras caben en veinte minutos, cuántas) aunque al final se emerge en un abrazo húmedo con la sal del llanto niño.

dos, tres, sobre la arena el sol y el sol sobre la piel adormecida, tenue, nada que acontezca en el destiempo, tres, cuatro, manos, brazos tibios, risas.

unos días antes dijo el hombre que de tanta extrañeza que le sacudía el pecho tuvo que salir a gritarle al mar por la ausencia de la compañera. y que mucha vida no podrá dejar que le transcurra sin mujer. ella escuchó, le respondió muy bien. calló lo que pensaba y continuó perdiéndose los ojos en la espuma.

el cuerpo que perdura en caminar la orilla, el agua bella, el viento, no apurar el paso que se apura solo de la pura inercia, del constante movimiento de la vida con agites, aceptando la renuncia del descanso, deseándola, olvidando.

jueves, diciembre 01, 2005

corrí un rato a la ideal, después a buscar un regalo que compensara el terror enorme de la aguja enorme, sabés que mamá no haría nada que creyera que puede ser malo para vos, pero vos que no, que no escuchabas ni una solita de mis palabras y todo eran gritos y llanto y yo reirme de los nervios, de la impotencia y del pelotudo del médico a quien le importaba tres carajos que vos tuvieras ese miedo tan primal.

por esas cosas (que después en los años parecen nimiedades) quedo dando vueltas de cansancio y no hay otro deseo que el de escaparme un poco. además del martes que te vi cantar como nunca antes y te amé y lloré tan tontamente madre como hoy último día de llevarte de la mano por los pasillos luminosos --siempre en un apuro porque se nos hace tarde--, o mañana, que (sin decirte nada) te iré a buscar para que almorcemos juntos.