miércoles, noviembre 30, 2005

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lunes, noviembre 28, 2005

acá estamos que nos corren los muebles a cada rato y ya no sabe ni dónde sentarse una, te queda la impresora a tres km de distancia y tu odioso compañerito demasiado pegado a la nariz.

trato de leer un libro, la historia del Rete Kab, su esposa, su hija. hay sentido del humor, como siempre, y un dolorosa exposición de la crueldad en general (disfrazada de exclusivamente sexual, pletórica de pijazos en contravención y agujeros rotos).

de escribir ni hablar. de hablar, ni escribir. sólo pasear en bicicleta debajo de los árboles, jazmines, magnolias abiertas en pleno celo primaveral, mirar a los cachorros colgándose de la perra cada vez que pueden, ocuparse de los cachorros propios, preparar torta de azúcar y manzanas. nada más.

miércoles, noviembre 16, 2005

qué bueno sentir el deseo otra vez. de escribir, digo, aunque no se sepa qué. por algún lado la energía surge y fluye y ya se encauzará, tal vez un retomar la historia de arrizabalaga o urdir alguna nueva con sillones espantosos que causen desesperación y horror en las personas. no sé, no sé. o toda esta abrupta tensación será que en realidad hay demasiado número haciendo fila y de repente empiezo a percibir sobre la piel el terrible acoso del aburrimiento.

¿?

hoy el despertar fue siete y media. qué frescura dormir una hora y media más sin cortes, que el párpado inferior no recuerde la hinchazón de una bota de vino llena y que la sonrisa mía emerja sin dificultades.

el libro que leo no me agrada pero aún no me atrevo a decir basta. creo que aún no levé anclas de las profundas aguas de la chatterley.

los bebés me hacen feliz y cansada y me obligan a querer vivir danzando en el instante, porque el apuro, ya se sabe, a ningún lugar conduce y cuando se llega uno mira para atrás, comienza a repetirse ¿te acordás de esto? ¿te acordás de aquéllo? ¿de aquí? ¿de allá?. a veces la añoranza arranca risas, otras lágrimas y algunas varias veces pesa un poco demasiado.

(queda dicho, por más retintín de lugar común que se oiga tras lo que aquí se expresa)

lunes, noviembre 14, 2005

entonces alguien te llama por teléfono y te cuenta la muerte súbita de un niño de tres meses a quien no has conocido, aunque sí a su madre y a sus abuelos y el mundo vuelve a quebrarse por enésima vez, y pensás en el dolor inconmensurable, en la absoluta tristeza que debe haberse apoderado del cuerpo de la madre, rubia y bella y desconsolada de todo consuelo, y ves que nada queda indemne y sin embargo te tragás mejor lo que te toca porque no podés imaginar siquiera lo que sentirías si te arrebataran a tus hijos, llamás pues a su padre y le contás el horror y él no comprende bien, los hombres son así, ojos que no ven corazón que no siente, no sabía que existía el síndrome, pero nunca te diste cuenta, nunca me viste moviendoles el cuerpo despacito para sentirles la respiración, cuando eran bebés, vivía yo en alerta todo el tiempo, no desesperadamente alerta, pero siempre atenta, siempre conectada, entiendo ahora bien que mi hermana no quiera tener hijos, que quiera evitarse todo sufrimiento, suena estúpido pero yo la entiendo, etcétera, alguien me pregunta si estoy bien, le digo sí, me enteré de algo feo solamente, ah, es que tu cara es expresiva, muy expresiva. sí, sí, es uno de mis defectos. marco el teléfono de casa, da ocupado.

haberte despedido tantas veces (tantas veces antes del momento, cuando el momento era otro y no era ahora). haberte despedido tantas veces y recién en estos días comenzar a no querer aceptar lo que tan canchera en su hora declaré: yo me la banco, y qué. entonces no hice nunca la rabieta, ya que lo pienso, ni el pataleo recio. debería, quizás, para decirme sí: también yo me pongo embroncada, me da un sueño apocalíptico y si los chicos se despiertan antes de la hora esperada (o deseada por los atiborrados padres) no hay paciencia que me asista, se tienen que aguantar el huracán ciruela con su furia hormonal, los pelos parados, la cara de bruja, ma, ma, má, dejate de joder, quedate quieto por favor no ves que quiero dormir.

la madre, la madre, la madre.

los veinteañeros de la casa la sufren de ausencia y el marido viudo se la pasa todo el día en su rotundo lloriquear de cuarto en cuarto. igual, de familia somos alegres por naturaleza, razón suficiente para no respetarse el duelo cada uno. mala razón, en realidad, porque el duelo irrumpe lo mismo y el llanto prorrumpe alborotado junto con el malhumor y el escepticismo general y nada te viene bien en ningún momento. no-sé-qué-me-pasa resulta bastante habitual. el chico, por ejemplo, trata mal a la novia sin motivos aparentes, la más chica se emborracha cada vez que puede, las mujeres más grandes se deprimen a escondidas y después arremeten con lo que les queda --eso las mamás con crías. la otra niega el deseo de que alguien, por fin, le haga los hijos. no le interesa, dice, porque no quiere sufrir y ella está muy bien solita--.

de sol, no demasiado, el cansancio es tan enorme que te tira de los párpados y se te desbarranca el sueño. quedaron en algún lado las cartas de abelardo y heloísa, la historia calamitatum, uno de los dos o tres libros que acometí fallida esta semana.

también hubo un lagrimear los otros días con las últimas páginas de lady chatterley. vos llorás porque se termina, nomás. me acusa alguien por ahí. no sé, tal vez sí, soy un puñado de mariconadas. es que constance no estaba tan irremediablemente loca como la bovary y al tipo lo quiere con el corazón y con el útero y hay un final semi-feliz rebosante (o es rebozante?) de esperanzas y cariños. por eso habré llorado, de puro novelera, que veo todo tan como la noche que si leo/oigo/me entero/me dicen una cosa linda, me emociono.

miércoles, noviembre 09, 2005

prorrumpir

qué verbo.

"me gusta cuando prorrumpes"

por ejemplo.

martes, noviembre 08, 2005

ayer salía del negocio-granja-pollería, pollo en mano como corresponde: las huestes claman silenciosas por sus debidos alimentos y atenciones, y entonces escuché una voz de hombre que mascullaba algo bastante incomprensible a mis espaldas. luego en voz más alta: "eh, se te cayó algo ahí...".

asumo que la exhortación estaba dirigida a mí por lo que presta doy un cuarto de giro (el pollo y el enorme bolso deportivo que a la sazón llevaba me impedían hacer cualquier otro movimiento). el hombre agrega: "un pétalo".

ah bueno! respondí divertida, aunque mi escepticismo general de últimamente al instante se tradujo en duda; es decir: no sé si se trata de una burla o de un auténtico piropo, o si el tipo menciona lo del pétalo debe ser porque la flor está marchita, y otras boludeces del estilo.

lo cierto --e importantísimo-- es que llegué a casa con sonrisa dibujada y todo.

jueves, noviembre 03, 2005

femeninidad

se llega, en algún momento, a ese lugar de la novela en que la amenaza del abandono desaparece completamente. sucede sobre todo con los mastodontes clásicos que necesitan ingerir enormes cantidades de tiempo y energía mental de quien se atreve a abordarlos. y es bueno estar otra vez embarcada en este viaje, empezar de nuevo, volver a la literatura, quizá escribir un poco, más adelante.

lo que bien describe dhl es la continua intermitencia y cambio del sentir que embarga a las personas, a las mujeres en particular. el paso súbito de un estado de ánimo al otro, del convencimiento, por ejemplo, de que el acto del amor es lo más ridículo que concebirse pueda a su exaltación absoluta. a modo ilustrativo encuentro:

el cuerpo del hombre era una cosa tonta, descarada e imperfecta, un poco asquerosa en su torpeza de ser inacabado.

Dos páginas más adelante el mismo personaje --la misma personaja-- piensa/siente vícitma indudable de un arrebato de gataflorismo en estado puro:

un hombre. La rara potencia de la virilidad en su persona... Cuán adorable, fuerte y al mismo tiempo pura y delicada aquella quietud del cuerpo sensible. Aquella quietud de la potencia y la carne delicada...

pero lo que yo quiero es otra cosa, dormirme todo lo largo del día, qué sé yo, no pensar y sí pensar, volver a los principios, al ombligo hundido como tanquecito de agua, apoyar la cabeza mía sobre el corazón de otro --sí, sí, sí, el corazón de un hombre-- y escucharle los latidos compasados, tum, tum, tum, y ahí ensoñarme, no tener más miedo por las tonterías y no tanto. ver a ezequiel bailar, bailar, bailar sin acordarme siempre de su fragilidad inexorable, de la mía, de la fragilidad de todo lo que existe.

miércoles, noviembre 02, 2005

es inútil! es inútil intentar liberarse de la propia soledad. hay que
aguantarla toda la vida.

d.h. lawrence


constance chatterley acude diariamente a la cabaña en busca del guardabosques. acude para que en silencio y dominio él la preñe (cabaña/preñe ¿no será demasiado?).

eso es todo lo que una mujer puede desear --ah, el instinto de la hembra--.

podría hacer al respecto un clásico y soez comentario, muy de mi estilo, bastante aburrido ya, decir siempre los mismos chistes más o menos baratos aunque (punto). ojo, a ver si se me enciende la chispa y escribo la crónica de la milonga y los italianos y etc.

martes, noviembre 01, 2005

ah, y en general un poco de temor aquí y allá, tener un coso en la teta no es lo mismo que tener un coso en el bolsillo --reafirmo mi repulsión por las siliconas, qué ganas restan de invadir al pobre cuerpo con pelotas de plástico en pos de... de qué, de una belleza esterotipada que no es tal, del deseo ininterrumpido de los machos, del ficticio mejoramiento de la autoestima, de qué?--.

hasta los repetidos y azules huracanes del caribe me llenan de pavura. que todo terminará algún día ya se sabe, pero los recordatorios continuos no me gustan mucho, ni poco. además, quedarse sin mamá por perogrullo y tonto que parezca lo deja a uno como sin paraguas en día de horadante lluvia, las mamás son incondicionales y aunque padre insista cariñoso en mis virtudes, mi supuesta inteligencia, mi hilarante sentido del humor, yo la extraño a ella. porque ya no está.

cuando hablo con papá se lamenta, que está deprimido, que tiene ganas de llorar todo el tiempo, no voy a poder caminar ya nunca más desde la estación a casa, ni de casa a la estación. porque te trae recuerdos, le pregunto. no. entonces. entonces no sabe bien qué trae ni qué lleva, sólo que con cada paso llora y llora y va dejando un rastro salado tras de sí. por momentos me resulta demasiado lacrimógeno. aunque es bueno, así no se te va a enfermar, querida, tu padre.

con tremenda lucidez escribe ss algo que ha llegado a desarmarme (en verdad debería parecer obvio, pero) que la explicación "psicosomática" de ciertas enfermedades no es más que una suerte de mentira a la que se echa mano toda vez que los científicos hacen agua. nosotros no conocemos las causas, ergo, la culpa la tienes tú. y ahí se abandona un poco al paciente, queda en pampa y la vía siendo responsable de la tragedia de su enfermedad. en fin, que prefiero creer que papá no va a enfermarse nunca, no porque sea él constitucionalmente sano sino porque fluye sus emociones sin ningún tipo de autocensura.

quizá se oculte una combinación convexa de muchisimísimas cosas.

de la literatura constance chatterley hace las veces de excusa para mantenerme en la lucha del leer algo. hay escenas en un gallinero con faisanes recién nacidos, la vieja histoira de las minas de carbón en inglaterra, y la siempre recurrente y nunca del todo gastada cuestión del deseo.

cambiaré visita al dentista por clase de tango, una será una vieja desdentada ¡pero qué linda circula con su falda por la pista de parqué!