martes, agosto 10, 2004

Al rato se produjo la inevitable interrupción de tanto mensaje dicho a medias.
Luisa Valenzuela – Cambio de Armas


Este es un intento de dicción: cuestiones indudablemente álgidas.

Mejor hacer un trueque y referir alguna historia como la de la mujer que va perdiendo las ganas como un árbol las hojas y sin embargo sigue transcurriendo en el límite del automatismo (la vida se abre camino inclusive cuando se acerca peligrosamente al paredón de fusilamiento). Hasta que alguien dice una palabra y se pasa del automatismo a la utilización (precaria) de la voluntad y por un momento: la acción.

El ejercicio de la libertad en la lectura: leer del principio al fin sin interrupciones o al estilo función con saltos discretos. En general sucede lo segundo cuando no se logra el contrato. Así que el libro que estoy leyendo sucumbirá bajo la liviandad atroz del abandono y –por otra parte y aunque no tenga nada que ver- en lugar de escribir tanta rimbombante pelotudez veré si me dedico a tareas más productivas como: escoger algún otro libro, transcribir citas recordables para no olvidarlas, trabajar de madre que es lo único que me ocupa en este momento o continuar ahondando la reafirmanulación (y esto dicho sin) de la persona que implica el ejercicio de la maternidad.

Ah, seguramente toda esta sarta de imbecilidades está viendo la luz porque me duele el cuerpo y cualquiera diría que Frankestein luce más fermoso con sus cicatrices que vuesa merced con todas sus (mis) ñañas.