lunes, julio 05, 2004

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El terror es continuo. Escriban, es un niño escribir,
un desamparo, un prematuro como cualquier otro.
OL


Hay también escribir para no pensar o ser otra cosa que la que se es en el momento del silencio. Absoluto que no existe aun cuando hoy (por hoy) no hay espacio posible para ninguna otra “cosa” (la cosa).

Durante la conversación, banal quizás, como (casi) cualquier intercambio de palabras (después de todo qué conversación no termina diluyéndose en el agua sucia del tiempo) digo: extraño determinadas "cosas", sí, ciertos estados de la piel, la predisposición al estremecimiento, la disponibilidad intransferible de cada una de mis células; qué va, yo ese problema no lo tengo, me contestan. Dos puntos: envidio eso también: la ausencia de la necesidad. Y escribir aparece en estas ocasiones como una cura inesperada y asequible, no como un fin en sí sino como el remedio para.

En otro diálogo alguien dice: me gustaría ser lineal. Y se me ocurre: coincidimos, a veces sería mejor no experimentar la urgencia de una reacción. Sin embargo –y hete aquí la gran contradicción-- si así fuera una de las fuentes del proceso de escritura resultaría obliterada y buena parte del todo (o del algo) se reduciría a la más inconsecuente de las inexistencias.

Lo interesante del caso, si es que algo tiene de interesante, es que con el derramamiento sutil de la arena entre una esfera y otra (insertar imagen de esa película japonesa, la de la mujer de las dunas, cuál será el nombre carajo), esto mismo cambiará de forma y de sentido y habrá sido (inútil, bah, habrá sido).

Buscar la impresión. Leer. Corregir. Escribir. Deshacerse de las reacciones (piedras opresoras que anidan en la garganta: robado a AP)