viernes, febrero 27, 2004

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Sin explicaciones aparentes, la manía por El Autor, ese autor, El Escritor reverenciado una y otra vez. Quizás por la forma en que me veo reflejada. Quizás por lo extraño de la prosa o por la necesidad de admiración insatisfecha. Por la lejanía. Por las palabras. Por lo inagotable. Por lo avasallante. Por lo sorprendente. De algo hay que alimentarse, aún cuando no toda la energía vaya a consumirse en lo inmediato. Reservar también para después porque después siempre llega (no es una postergación, es otra manera de dar al presente su significado).

Le digo: y mientras tanto vas viviendo.

Le digo: es más linda (o menos angustiosa) esa idea de la caja vacía que se va llenando, un día con un beso, otro día con un hijo, otro con un libro que se lee, otro con palabras que se escriben, otro con una negación injusta, otro con un pedazo de pan, otro con una carta de amor, otro con una amistad que se diluye, otro con un trabajo que se gana.

Suena mejor el existencialismo (que no niega la existencia del determinismo, de ninguna manera: yo hago y con lo que hago cambio, influyo, las acciones no son sin consecuencia)

Vivir tan intensamente como se pueda. Aunque al final uno no sepa. O aunque sólo uno lo sepa al final, cuando se acaba el tiempo.

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miércoles, febrero 25, 2004

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Una chica parada sobre un puente en una ciudad europea. Un puente sobre un río de aguas quejumbrosas. Nada que tenga mayor importancia de la que puede tener la araña que caza la mosca y sin embargo, sin embargo la chica y la araña pueden ser puestas en palabras, más o menos elocuentes, con algún o ningún sentido estético. Muero por escribir una historia pequeñísima e intensa. Pero no logro interesarme por nada. Ni siquiera por un divertimento pasajero. Y por alguna razón, esto me molesta (un poco, a veces un poco más).

A esta hora: solamente un punto gris en el borde del río plateado, un barco como una obsesión que se hunde en su imposibilidad y desaparece. A esta hora: el silencio estropeado de una oficina en la que algunos trabajan, otros intentan disimular qué tan aburridos están de sus vidas, y otros reflexionan acerca de la metafísica del cangrejo. A esta hora: un vaso de agua y pasemos a otro tema, a algún tema.

Y es que el afuera se me resbala, no me interesa. Las cosas se presentan desde su superficie y ahí se quedan, como si no tuvieran interior. Ahí se quedan: en la futilidad de sus atributos, carentes de toda esencia. Resulta que de golpe me da lo mismo el río que hace unos meses me inspiró una historia a que me digan que ese mismo río no es otra cosa que una mancha pintada en el vidrio de la ventana. Pero todo esto no lo digo con tristeza, ni con resignación. Más bien con la idea de que tal vez este no sea el momento, de que cuando suena la campana del recreo lo mejor, es salir al recreo porque también este tiempo encierra su importancia.

Yo no solo sueño con Máxima Zorreguieta. Anoche, por ejemplo, el turno fue para Corcho Rodríguez. Aproveché para decirle que el día en que me enteré de lo de su padre yo me había puesto muy triste; y que así como preocupada y acongojada estuve en aquella (lamentable) oportunidad, así de contenta me sentí apenas supe de su liberación. Ah..! Eso que llaman inconsciente.

viernes, febrero 13, 2004

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La cuestión es hacer. La cuestión es hacerlo. ¿Para qué la acción? Para producir. Y si no escribo, no voy a ninguna parte. Hay algunas ilusiones a mitad de camino. Pero. Lo que me pasa es que terrible es el miedo que me da retomar la una o la otra, porque no sé qué es lo que voy a encontrar. Me asusta pensar en que tal vez lo que está ahí a medio hacer, esperando que me decida con la paciencia eterna de las cosas inanimadas, me resulte tan horrendamente detestable que lo único que me provoque sea asco y frustración y un para qué, si total no vale la pena.

Hasta hoy había creído que se trataba nada más (y nada menos) que de la postergación obligatoria y deseada que la maternidad impone. Ahora, en cambio, me pregunto si no será un poco de miedo y otro tanto de pereza y paja acumulada y qué sé yoes, eso que de vez en cuando viene y arremete y me susurra esto no, tontita, esto no.

Y claro, cualquier excusa es buena, lo dejamos para después.

jueves, febrero 12, 2004

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Como no tengo nada en que pensar, o mejor dicho, hay demasiadas cosas, me propongo ahora mismo el ejercicio de escribir sin saber bien a dónde ir. No es algo que haga habitualmente, por ende, bienvenida la experimentación. Hay tres o cuatro temas que me interesan. Bah, hay muchos. Pero el del lenguaje en el proceso de construcción de un personaje es un tema acerca del cual reflexioné algunas veces sin llegar a conclusión alguna. Por lo menos, queda la idea siguiente: la puta que es difícil.

Ejemplos en literatura sobran. Hace poco leí a la Gallardo con su bendito o maldito o poco recordado Eisejuaz y no llegué a entender qué es lo que quiso hacer: ella gesta al indio mataco y le da una forma de hablar tan particular que es esa misma forma de hablar la que lo constituye. El indio y su manera de expresarse son inseparables, y, lo que es mas importante, la historia no sería tal si no estuviera contada de esa manera. Perogrulladas si las hay las mías, pero esa es la cuestión.

Está Torito, está Macario, está.. quién más está por ahí?

Ah, Vs. Virgina Woolf: el lenguaje como ladrillo con el que se construye la subjetividad. Ese era el tema. Y ahora me acuerdo de que lo que me pareció interesante es que mientras Virginia Woolf crea una serie de personajes absolutamente diferentes entre sí, susceptibles de ser individualizados a través de sus características, ella utiliza EL MISMO LENGUAJE en todos los casos. Todos sus personajes hablan más o menos igual y sin embargo son distintos, cada uno tiene una realidad subjetiva particular, cada uno hace gala de una personalidad definida, ella narra en tercera y en primera y va mezclándolas según sea necesario.

En cambio, Sara Gallardo inventa un lenguaje a la medida del personaje, y un personaje a la medida del lenguaje.

Y, a riesgo de ponerme en ridículo, me pregunto todavía si me conviene, en este caso escribir en primera, intentar hacer uso del indirecto libre, o dedicarme al dolce fare niente. (Marque con una cruz el que corresponda)

"Todo pasó hace dos veranos, cuando construimos la casa en Tortuguitas. Yo estaba fascinada con el proyecto, vos viste cómo es eso, te enganchás con los arquitectos, la decoradora, los materiales, qué se yo. Además era algo lindísimo eso de pensar en una casa nueva para el fin de semana, para los chicos, los amigos. Por supuesto que ni a mí ni a Jorge se nos ocurrió que las cosas se iban a complicar como se complicaron después. Habíamos contratado a los del estudio Achával Zemborain, como nos recomendó la tía Malala que tiene una casa divina ahí en el mismo barrio. Yo estaba súper entusiasmada con hacer una swimming pool bien grande, que tuviera desniveles. Nada demasiado ostentoso, vos sabés que a mí no atraen en absoluto esos detalles escandalosos típicos de nuevo rico que pone columnas con capiteles dóricos por todas partes y uno no sabe a ciencia cierta si está en el Partenón o en una casa de fin de semana. Pero eso sí, me interesaba que la swimming pool fuera grande, bien grande, de corte ultramoderno. Porque Jorge y yo preferimos las cosas de diseño: me hice traer la chaise longue de Le Corbusier de afuera y en New York nos compramos unas Tyfannis originales que no sabés lo que son."

martes, febrero 03, 2004

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Mais il n’ya point de petits événements pour le coeur; il grandit tout; il met dans les memes balances la chute d’un empire de quatorze ans et la chute d’un gant de femme, et Presque toujours le gant y pèse plus que l’empire.

Balzac ~ La Duchesse de Langeais


Hay o existen algunas imágenes que no llegan al olvido pero que no fueron materializadas. Todo esto a cuento de que alguien tiene en mente algo, un proyecto, una idea, la ventana cerrada de una casa que todavía no “es”. Balzac también pensó que no podría, que La Comedie Humaine le iba a resultar grandiosa al punto de no poder escribirla, al punto de creerse incapaz de llevarla adelante. Cuando la realidad era que ya existía y solamente había que desempolvarla o darle luz o lo que fuera, para poder mostrarla al mundo. Claro, algún escultor dijo por ahí que era fácil hacer un león de mármol: se quita todo lo que no se parece al león et le voilà!. El problema es que ese “todo” es infinito y molesta y tapa y hasta obstruye al león que agazapado espera debajo. El problema es que ese “todo lo que no se parece a” la mayoría de las veces no nos deja ver que era un león y no una gallareta estrangulada lo que había que mostrar, o desenmarmolar.

Y acá estamos ahora: en pleno desenmarmolamiento de quién sabe qué, que probablemente no sea nada, o mejor dicho sea “NADA” y ahí sí te quiero ver. ¿Quién me va a poner el hombro para que le llore encima? Mentira: la verdad es que ni ganas ni valor, o más bien una exuberante modorra que me oblitera las... ¿ideas?

Y quién no soñó con tirar un guante o un pañuelito y multitudes de hombres se embarren para alcanzárnoslo. Pero Balzac se equivocó. Bah.